El peatón sospechoso
La mitad de los desplazamientos urbanos en coche cubren menos de tres kilómetros
Resolver las necesidades de transporte de los ciudadanos en urbes cada vez más extensas y complejas es uno de los problemas que más preocupa a las distintas administraciones públicas. El actual modelo de transporte, que sacraliza el coche privado, genera numerosos inconvenientes, que se traducen en una creciente congestión de las vías urbanas, niveles de ruido intolerables, consumo desproporcionado de energía, incremento de accidentes y emisiones contaminantes que afectan a la salud y el medio ambiente.
Aún cuando los ciudadanos sean los que sufren todas estas perturbaciones, no siempre están dispuestos a moderarse en el uso de sus vehículos privados. El Ecobarómetro que, por encargo de la Consejería de Medio Ambiente, realiza todos los años el Instituto de Estudios Sociales Avanzados, revela cómo, en Andalucía, más del 60% de los propietarios de automóviles confiesa usarlos todos o casi todos los días, y un notable 28% reconoce que no hace, ni haría, un uso limitado de su vehículo por razones ambientales.
Podría pensarse que el vehículo privado es absolutamente imprescindible para transitar por la ciudad, pero lo cierto es que el 50% de los desplazamientos urbanos que se realizan mediante automóviles particulares son para cubrir distancias inferiores a los tres kilómetros y, lo que es más llamativo aún, alrededor de un 10% de estos desplazamientos apenas cubren distancias de menos de 500 metros. Esto significa que, en las 17 ciudades españolas de mayor tamaño, se realizan todos los días laborables cerca de un millón de viajes que sólo sirven para desplazarse unos centenares de metros y a los que, sin embargo, se destinan al cabo del año más de 250 millones de litros de combustible.
En algunas zonas urbanas de Estados Unidos ser peatón puede resultar sospechoso para la policía, ya que, en un país donde el automóvil es casi un objeto de culto, determinados recorridos sólo los realizan andando aquellas personas que claramente están al margen de las normas establecidas, por lo que no es difícil que sean confundidos con delincuentes potenciales.
Este fenómeno no puede considerarse una excentricidad propia de los norteamericanos. A comienzos del siglo XX un occidental medio recorría cada año unos 2.500 kilómetros, de los cuales alrededor de 2.000 los realizaba a pie. Hoy la cifra se ha disparado hasta superar los 13.000 kilómetros anuales, y solo 500 se hacen a pie, cifra que, además, no deja de decrecer. Paradójicamente, cada vez hay más personas que madrugan para correr, para acudir a un gimnasio o para realizar ejercicios en una bicicleta estática, y luego toman su coche para recorrer los pocos kilómetros, o los pocos metros, que los separan de su lugar de trabajo, de una zona comercial o de un centro de ocio. Y todo esto, a velocidades medias que oscilan, en las grandes urbes andaluzas, entre los seis y los quince kilómetros por hora, velocidades que no superan las que se obtenían a comienzos de siglo recurriendo a la tracción animal.
Nueva estrategia
Mientras que hace tan sólo una década todos los esfuerzos en las grandes metrópolis andaluzas se concentraban en multiplicar las infraestructuras destinadas a favorecer el tránsito de los vehículos privados, y de ahí nacieron, por ejemplo, las grandes rondas de circunvalación, hoy la estrategia que diseñan la mayoría de las administraciones públicas busca, sobre todo, el fomento del transporte público y el establecimiento de medidas que frenen el uso del vehículo privado.
El establecimiento de consorcios metropolitanos de transporte o el desarrollo de nuevas redes de tranvías, metros o corredores ferroviarios, se incluyen en esta nueva concepción de la movilidad. Si el espacio en la ciudad es finito y las necesidades de desplazamiento no dejan de crecer, es lógico pensar que la única alternativa posible es el fomento del transporte público. Un autobús precisa, por viajero transportado, cincuenta veces menos espacio y consume 15 veces menos energía que un coche particular.
A juicio de un grupo de 75 expertos, convocados por el Observatorio Ambiental de Andalucía y la Escuela de Organización Industrial, el "escaso desarrollo de modelos eficaces de transporte público de pasajeros alternativos al coche particular" es uno de los problemas ambientales más importantes de la comunidad autónoma y, por tanto, uno de los que precisa más urgente solución. En concreto, y dentro de una lista de 43 problemas, figura en la cuarta posición, tan sólo superado por los problemas asociados al consumo excesivo de agua en zonas agrícolas, la extensión de cultivos en regadío y la expansión urbanística desmedida con fines turísticos.
Ahorros dilapidados
Por más que siga fomentando el uso desmedido de los vehículos a motor, la industria del automóvil se ha esforzado, como pocas, en reducir las emisiones contaminantes y mejorar la eficiencia energética de sus productos. Un coche de última generación contamina un 95% menos que otro fabricado hace 20 años, mientras que ciertas industrias, como las siderúrgicas, químicas o eléctricas, apenas han logrado reducir sus emisiones un 20% en el mismo periodo de tiempo.
Asimismo, los consumos no han dejado de decrecer, y, en dos décadas, los motores han disminuido en un 20% su demanda de combustible. Pero, ¿a dónde van a parar estos ahorros? Como asegura el Instituto para la Diversificación y Ahorro de la Energía, la tendencia actual de comprar cada vez más coches, de mayor tamaño y potencia, y recorrer con ellos más distancia, anula las ventajas de un menor consumo o de reducidas emisiones de gases contaminantes.
Aún así, y al margen del esfuerzo de los poderes públicos, la industria plantea algunas promesas tecnológicas como los vehículos no contaminantes, los sistemas inteligentes de transporte (con sistemas de navegación asistida en tiempo real), o la sustitución de muchos viajes gracias al teletrabajo. Todos estos recursos se están ensayando ya en Andalucía, al igual que en el resto de Europa.
Además, los combustibles fósiles se han embarcado en una nueva espiral de precios, tan intensa como la que causó la crisis del petróleo de finales de los años 70. Un andaluz consume hoy trece veces más energía primaria que a comienzos del siglo XX, y el parque de automóviles matriculado en la región consume, cada año, más de un millón y medio de toneladas equivalentes de petróleo.
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