_
_
_
_
Columna
Artículos estrictamente de opinión que responden al estilo propio del autor. Estos textos de opinión han de basarse en datos verificados y ser respetuosos con las personas aunque se critiquen sus actos. Todas las columnas de opinión de personas ajenas a la Redacción de EL PAÍS llevarán, tras la última línea, un pie de autor —por conocido que éste sea— donde se indique el cargo, título, militancia política (en su caso) u ocupación principal, o la que esté o estuvo relacionada con el tema abordado

Camaleón

Muchos expendedores de cañas son espías a sueldo de potencias estrafalarias. Algunos tienen ribetes de sabio, pero son especie en extinción. Hay cierto camarero en Madrid que no se sabe bien si es espía, sabio, burlador, extraterrestre o desalmado. Se llama Alberto (o eso dice él) y trabaja desde hace nueve años en una cervecería de Prosperidad. Jamás se le ha oído levantar la voz ni llevar la contraria dentro o fuera de la barra. Se supone que le gusta el fútbol, pero se ignora de qué equipo es. Nadie sabe en quién cree, a quién vota, qué pretende, si sube o baja. Se adapta sin rubor a todo tipo de interlocutores. Canta con igual entusiasmo La Internacional, el Cara al sol, la Marsellesa, el himno del Numancia, la Salve rociera, lo que sea. Si le preguntas de dónde viene, contesta: "¿Y tú?", como los gallegos. Si le preguntas a dónde va, dice que lleva manzanas, como los pasiegos. Enigma.

Un grupo anónimo de admiradores de Alberto (si es que se llama así) ha estado indagando, por diversión, en su personalidad. Les llamó la atención la similitud entre el camarero y Zelig, la delirante película de Woody Allen. El protagonista es un tipo que asume las características psíquicas y físicas de las personas con quien está: le crece la barba cuando habla con judíos ortodoxos; se vuelve negro entre los músicos de jazz. Los psicólogos se ven impotentes para estudiar su caso, porque Leonard Zelig se convierte en uno de ellos.

Alberto es una variante de Zelig. No es camaleón por falta de personalidad o por timidez, sino por comodidad, porque le da pereza mediar en debates de lunáticos y zumbados de la vida. Es un filósofo escéptico y estoico con mucha vida interior. Ha llegado a la conclusión de que casi todo el mundo miente o dice tonterías. Esta actitud conlleva el gran riesgo de ensimismarse demasiado y no enterarse de lo que pasa en el exterior de tu mente. Alberto está casi siempre en las nubes.

El viernes le comentó un cliente: "¿Sabes que he puesto gafas a mi hija?". El camarero contestó perplejo: "Es un nombre bien raro, pero tendrás tus razones para llamarla así".

Lo que más afecta es lo que sucede más cerca. Para no perderte nada, suscríbete.
SIGUE LEYENDO

Tu suscripción se está usando en otro dispositivo

¿Quieres añadir otro usuario a tu suscripción?

Si continúas leyendo en este dispositivo, no se podrá leer en el otro.

¿Por qué estás viendo esto?

Flecha

Tu suscripción se está usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PAÍS desde un dispositivo a la vez.

Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripción a la modalidad Premium, así podrás añadir otro usuario. Cada uno accederá con su propia cuenta de email, lo que os permitirá personalizar vuestra experiencia en EL PAÍS.

En el caso de no saber quién está usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contraseña aquí.

Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrará en tu dispositivo y en el de la otra persona que está usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aquí los términos y condiciones de la suscripción digital.

Archivado En

Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
_
_