Ahogados
Los temas conflictivos en la Comunidad Valenciana se enredan como las cerezas. No sabemos a quién se le ocurrió remover el tema del agua que ha complicado notablemente el panorama. Primero fue el trasvase Tajo-Segura. Aquel acueducto ya supuso un pleito con los regantes del río Xúquer porque implicaba la utilización del pantano de Alarcón que había sido financiado por los regantes del Xúquer. En aquella ocasión y con la expectativa de nuevos caudales provenientes del Tajo, ya se multiplicaron las plantaciones de regadío en la Vega del Segura y esta alternativa de futuro dio lugar a una amplia estrategia especulativa en torno al recorrido del trasvase y sus zonas de influencia que, progresivamente, fueron incrementando su valor en el mercado. En la actualidad y coincidiendo con la época en la que Eduardo Zaplana ha controlado el poder en la Comunidad Valenciana, este proceso ha pasado por dos fases diferenciadas en el marco del Plan Hidrológico Nacional (PHN). La primera opción se centraba en el gran trasvase del Ebro, que debía aportar caudales tanto a los regadíos de Valencia como a los de Alicante y Murcia. Muy hermanados estos últimos en sus intereses. La hipótesis se trunca desde Aragón y Cataluña, por su manifiesta negativa a cualquier aporte de caudales del río Ebro hacia el sur. La posibilidad quedó totalmente postergada a partir del cambio político que se produjo en España el 14 de marzo de 2004. Aunque tanto el gobierno socialista de Aragón de Marcelino Iglesias, como el de la Generalitat de Cataluña de Pascual Maragall, ya habían dejado muy claro que no cederían en esta concesión. En el proceso de negociación para establecer el pacto de gobierno en Cataluña, fue una cuestión de principio inamovible para que fuera posible el apoyo de Esquerra Republicana a la gobernabilidad de Cataluña y de España. Esta relación directa entre los intereses de Estado que afecta a la política catalana y a la española se viene poniendo de manifiesto desde finales del XIX y en ningún caso supone un enfoque novedoso, por más que algunos oficiantes -con escasos conocimientos o afectados de amnesia- lo pretendan. El hecho de que, a partir de 1995, la política catalana haya quedado relegada en el conjunto de España, ha tenido un gran coste para Convergència i Unió, y ha provocado el resurgimiento de las posiciones soberanistas ejercidas y capitalizadas con habilidad por el partido de Esquerra Republicana de Catalunya, liderada por Carod Rovira. Nunca se debe olvidar que las corrientes sociales, como en el caso del agua, no se pueden modificar en su destino finalista, sin que esta manipulación suponga grandes quebrantos y cambios en las mayorías políticas gobernantes, que algunos pretenden hacer ver que son inexplicables. En política, como en los caudales de agua, resulta muy delicado poner compuertas extemporáneas, porque el curso de los acontecimientos acaba rebosando hasta provocar situaciones complejas o casi sin solución. Estas horas tensas son las que se están viviendo en la Comunidad Valenciana, que se encuentra al borde de la desvertebración irreparable, con las consecuencias imprevisibles que, a quienes tienen la oportunidad de ejercer el poder, puede abocarles a un callejón sin salida.
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