_
_
_
_
DIETARIO VOLUBLE
Columna
Artículos estrictamente de opinión que responden al estilo propio del autor. Estos textos de opinión han de basarse en datos verificados y ser respetuosos con las personas aunque se critiquen sus actos. Todas las columnas de opinión de personas ajenas a la Redacción de EL PAÍS llevarán, tras la última línea, un pie de autor —por conocido que éste sea— donde se indique el cargo, título, militancia política (en su caso) u ocupación principal, o la que esté o estuvo relacionada con el tema abordado

Lolita al volante

1Escribía aquí mismo, hace tres semanas, cuando inauguré este dietario: "Badia del Vallès es el lugar sobre el que el artista sevillano Pedro G. Romero prepara para finales de año una exposición-reflexión en la Fundació Tàpies en torno a arrabales obreros, lo que él llama ciudades vacías, lugares que no son casi nunca noticia y donde parece que no suceda nada".

Y la verdad es que nunca pensé que en este dietario tendría que volver tan pronto a Badia. Acababa yo diciendo hace 20 días: "La forma urbana de Badia coincide con la de la península Ibérica y su callejero se ajusta al toponímico hispano-portugués (...). Es muy fácil orientarse en esta ciudad. Si uno, por ejemplo, está en Menorca, ya sabe que al sur tiene Ibiza". Pues bien, no ha pasado ni tres semanas y Badia del Vallès (antes Ciutat Badia) ya no tiene nada de ciudad vacía. El pasado miércoles fue centro de atención y noticia trágica cuando una avioneta, tambaleándose, cayó muy cerca de un edificio de viviendas de la calle de Menorca. Sí, precisamente de la calle de Menorca. Murieron el piloto Roger Miralles y el fotógrafo de tomas aéreas Sergio Díaz.

2Han convertido Praga en un miserable parque temático. Es casi todo lo que puedo decir a mi regreso de la antaño ciudad misteriosa, hoy brutalmente arrasada por las manadas de turistas que, inundando sus calles y callejuelas, le han restado su viejo aspecto de lugar ensoñado, aciago y reflexivo. No se puede dar ni un paso por el puente Carlos, por ejemplo. Lejos queda ya la ciudad de los extraños conjuros, la misteriosa Praga del Golem y del castillo (Hradschin), con sus enigmas y nebulosas. A todas horas los turistas la maltratan del mismo modo que los camareros y los taxistas (alto porcentaje de ladrones entre ellos) maltratan a los turistas. Una pésima sorpresa haber visto tan destrozada a la Praga mágica.

3Cuando los atentados de Nueva York del 11 de septiembre, me asaltó un impulso extraño y se me ocurrió pensar en Kafka y buscar en su Diario qué había escrito él 90 años antes, el 11 de septiembre de 1911. Encontré la descripción de un choque en París entre un triciclo y un automóvil. Ese día Kafka presenció ese accidente y lo describió con todo lujo de detalles. Unos días después, esa especie de crónica novelada del choque acabó transformándola en una narración, lo que, según Jordi Llovet, demostraría "la labilidad de una frontera clara entre realidad y ficción en la obra de Kafka en general".

Por curiosidad y movido por un nuevo impulso extraño, acabé mirando qué le había sucedido a Kafka un año después, el 11 de septiembre de 1912. Ese día, según cuenta en su Diario, soñó. Se vio a sí mismo en una lengua de tierra que se adentraba en el mar. Al principio, él tenía la impresión de que no sabía muy bien dónde estaba. Pero al alzarse levemente para ver algo más de lo que tenía a su alrededor, pudo ver "el vasto mar claramente circunscrito, con muchos navíos de guerra alineados y firmemente anclados". Y concluía Kafka (y yo leí eso con la emoción que acompaña al investigador solitario que en su laboratorio descubre, a través del microscopio, algo que hasta entonces el resto de la humanidad no ha visto): "A la derecha se veía Nueva York, estábamos en el puerto de Nueva York".

4Al escritor británico Martin Amis los atentados del 11 de septiembre le han llevado a pensar que el humor es una de las diferencias fundamentales entre la civilización occidental y el islam. Amis, que acaba de publicar entre nosotros Perro callejero (una inteligente fantasía radical que él define como "comedia pos-11-S"), sostiene en esa novela que el aburrimiento y el terror van juntos: "El odio de los varones islámicos se produce al observar el lugar que tienen las mujeres en Occidente. Esto es lo que les ofende. Ver mujeres conduciendo un coche realmente les duele. Y hay que tener mucha imaginación para comprender que alguien pueda sentirse herido al ver una mujer al volante, algo que es completamente normal en nuestra cultura".

Lo que más afecta es lo que sucede más cerca. Para no perderte nada, suscríbete.
SIGUE LEYENDO

A veces, me acerco a ciertos textos a la velocidad de un bólido antiguo. Cuando vertiginosamente ojeé estas declaraciones de Amis, leí mucho más de lo que allí se decía, pues en lugar de "una mujer al volante" leí "una jovencita sin carnet de conducir, una Lolita mediterránea por una carretera de la Costa Brava, al volante de un descapotable, con un pañuelo de seda al viento y un humor a prueba de bomba", y esta imagen me llevó a imaginarme a un británico que ante la visión de esa mujer se veía dominado repentinamente por una especie de envidia y rencor hacia nosotros, los mediterráneos: algo que no habría podido imaginar yo nunca de haberme limitado a leer simplemente "una mujer al volante".

5La muerte de Simon Wiesenthal me recuerda que el asesino Adolf Eichmann, en los días previos a su ejecución, se llevó de la biblioteca de la prisión Lolita, de Nabokov. Quería leer un rato y escogió esa novela entre otras muchas. Le sonaba, había oído hablar bastante de ella. Si miramos el santoral de los genios, veremos que hoy se cumplen 50 años y 10 días de la publicación de ese libro en la editorial Olympia Press. Cuenta un biógrafo de Nabokov que, después de leer unas pocas páginas de Lolita, Adolf Eichmann rechazó furiosísimo el libro. "¡Pero esto es inmoral, pero esto es una vergüenza, es repugnante!", dijo. La delicada conciencia de los asesinos nazis.

Tu suscripción se está usando en otro dispositivo

¿Quieres añadir otro usuario a tu suscripción?

Si continúas leyendo en este dispositivo, no se podrá leer en el otro.

¿Por qué estás viendo esto?

Flecha

Tu suscripción se está usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PAÍS desde un dispositivo a la vez.

Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripción a la modalidad Premium, así podrás añadir otro usuario. Cada uno accederá con su propia cuenta de email, lo que os permitirá personalizar vuestra experiencia en EL PAÍS.

En el caso de no saber quién está usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contraseña aquí.

Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrará en tu dispositivo y en el de la otra persona que está usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aquí los términos y condiciones de la suscripción digital.

Archivado En

Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
_
_