Mudanza del arte italiano
El Centro Cultural Contemporáneo Pelaires se ha embarcado en una propuesta revisionista de indiscutible calado. Con creaciones que van desde 1966 hasta 2005, la iniciativa permite repasar las trayectorias de diez artistas italianos (incluyendo alguno que, no habiendo nacido en Italia, ha desarrollado allí su carrera) que la historia del arte contemporáneo ha colocado ya en la categoría de consagrados. Ocho se dieron a conocer a finales de los sesenta como abanderados del arte povera; los dos restantes lo hicieron en los ochenta, en los aledaños, uno, y en el seno, otro, de la transvanguardia. Del primer grupo se exhiben obras de Alighiero Boetti, Jannis Kounellis, Mario y Marisa Merz, Giulio Paolini, Claudio Parmiggiani, Michelangelo Pistoletto y Gilberto Zorio. Del segundo, piezas de Domenico Bianchi y Mimmo Paladino.
LA FORMA RESTITUIDA
Centro Cultural Contemporáneo Pelaires
Can Verí, 3
Palma de Mallorca
Hasta el 17 de noviembre
Evidencia inicial: la tem-
prana adscripción de los ocho primeros a un arte antielitista, perecedero y obrado a base de despojos materiales ajenos a toda pureza estética, ha dado lugar, con el tiempo, a un retorno a la matriz llamémosle clasicista del arte, preocupada por la forma y la composición que desembocan en la obra cerrada sobre sí misma, tradición secular y quintaesencia del arte italiano. La exposición no ha sido estructurada para apreciar esta evolución en una primera lectura, puesto que el montaje, ciertamente logrado, no propone esa interpretación lineal. Será más bien la propia pesquisa del espectador la que le lleve a tal constatación.
Si la clave de bóveda del arte povera residió en la negación de la dualidad arte/vida, esta muestra nos transmite el triunfo del primero sobre la segunda. Las piezas tienen en su mayoría una vocación común, la de ser artefactos estéticos completos, lejos de aquella relevancia que el arte pobre otorgó al proceso creativo por encima de la obra final. Ni que decir tiene que en esta mudanza no hay que incluir a quienes surgieron con la transvanguardia. Dos obras de Paladino, de 1995 y 1997, son un prodigio de composición, narratividad y uso del color, con referencias explícitas al pan de oro del gótico y guiños abiertos a la iconografía clásica. Destacables son también las geometrías místicas de Bianchi; los desafíos a la percepción cotidiana -esa acomodada mesopercepción que se autolimita- de Zorio con su arena de Stromboli y sus artilugios químicos; la rotundidad icónica de Kounellis, y las serigrafías sobre espejos de acero bruñido de Pistoletto. Una variedad de registros para la que ya no vale ninguna etiqueta común.
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