Bajo la sombra de Indurain
Rubén Plaza e Iván Gutiérrez quieren emular al navarro en la contrarreloj
Al principio fue el reloj. La pasión española por el arcoiris no comenzó ni con Freire ni con Astarloa. Ni siquiera con Olano dejando clavado a Pantani bajo el ojo vigilante de Indurain en las alturas de Duitama, sino exactamente tres días antes, en los toboganes que conducen de Paipa a Tunja, también en Colombia, cuando Indurain se anticipaba a Olano y se convertía en el primer campeón mundial profesional en carretera que generaba el ciclismo español. Oro, Indurain; plata, Olano, un doblete que se repitió, nombre por nombre, medalla por medalla, un año después, en los Juegos de Atlanta 96. Y el doblete siguió siendo la única forma de expresión del ciclismo español contrarreloj hasta 1998, cuando, en Holanda, Olano, de nuevo, por fin de oro, y Mauri, lograban otambién oro y plata.
Ni Indurain, ni Olano, ni Mauri, ni siquiera Igor González de Galdeano, bronce en 2002, último medallista español contrarreloj (bronce en Zolder), son ya ciclistas en activo, pero la tradición contrarrelojista española sigue fabricando chavales que trabajan más deseosos el masoquismo en los entrenamientos sometiéndose a la tortura de la búsqueda de la postura perfecta, de la espalda convertida en barra de bar sobre la que se puede dejar un vaso lleno hasta el borde sin el temor de que se derrame una gota de líquido, antes que el de la lucha contra la montaña.
Cuando Indurain se bañaba en oro en 1995, Rubén Plaza tenía 15 años, era demasiado alto para su edad, como el navarro, y si alguno en el club ciclista de Ibi (Alicante) le preguntaba qué quería ser de mayor respondía que Indurain. José Iván Gutiérrez, cántabro, tenía año y medio más que Plaza y menos altura, pero las mismas ganas de comerse el mundo desde una cabra y con un cronómetro como único rival. En 1999, en el Mundial sub 23 de Treviso, Gutiérrez ya se dio la primera satisfacción mundialista, pero han pasado seis años y aún no ha logrado la repetición en la máxima categoría. Los dos, Plaza, el ciclista revelación de la Vuelta, el ganador de la contrarreloj más rápida de la historia de las grandes rondas, Gutiérrez, el rey de las caídas de la última Vuelta, el hombre que tuvo que abandonar con la rabadilla machacada, creen que a primera hora de la tarde de hoy, en casa, en el circuito de la Casa de Campo, el reloj marcará por fin su hora.
Los dos sueñan, pero también son realistas. Plaza, sexto en la Vuelta, confiesa que está cansado, que le pesan las piernas, que se encuentra bien pero que no sabe... Iván Gutiérrez, que llega más descansado, aunque aún su masajista, Vicente Iza, se tiene que emplear a fondo para trabajarle la zona iliaca, afectada por sus caídas, que no ve ningún obstáculo a su calidad, recuerda, sin embargo, la experiencia penosa de hace un año en la contrarreloj de Bardolino, junto al Lago de Garda, que terminó entre vómitos.
A ambos les puede, además, engañar el espejismo de la Vuelta, en la que no participó ninguno de los grandes especialistas contrarreloj, exceptuando a Denis Menchov, ganador del prólogo y en Lloret. En la Vuelta no estuvieron ni Michael Rogers (campeón mundial en 2003 y 2004), ni Bobby Julich, ni Michael Rich, ni Thomas Dekker, ni Alexander Vinokúrov, gente que se ha preparado en secreto y de la que sólo llegan rumores pregonando una forma despampanante.
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