Falla y la Alhambra, crónica de un amor
Una exposición recuerda en Granada el vínculo del músico gaditano con el monumento
La fascinación por la Alhambra ha estado presente en todas las épocas y en todas las artes. La música no ha escapado de la extraña seducción oriental del monumento. En los primeros años del siglo XX, Debussy se dejó influir por Granada en algunas de sus composiciones. Uno de los mayores discípulos del músico francés fue el gaditano Manuel de Falla, cuya imaginación quedó pronto deslumbrada por el monumento nazarí sin que mediaran causas familiares ni otro vínculo alguno.
Desde niño Falla sintió una extraña atracción por un monumento que no conocía, que había visto en fotografías o del que había escuchado hablar de boca de sus visitantes. Tal vez su niñera, apodada La Morilla, de quien escuchó relatos y cantos populares, fue la mayor responsable de este embrujo romántico que se vería apoyado por algunos de los libros que hoy encontramos en su biblioteca, como Cuentos de la Alhambra, de Washington Irving, o El último abencerraje, de Chateaubriand.
En opinión de Yvan Nommick, comisario de la exposición Manuel de Falla y la Alhambra, que fue inaugurada ayer en el Palacio de Carlos V de Granada, "durante muchos años Falla deseó, anheló Granada, y muy particularmente la Alhambra". "Sin conocerlas las tradujo en música en su primera obra maestra, La vida breve, y evocó el misterio nocturno de los jardines del Generalife en la primera parte de sus Noches en los jardines de España", agrega Nommick.
Tres grandes bloques
Resulta sorprendente que quien mejor ha plasmado en música el hado misterioso de las torres y los jardines de la Alhambra no conociera el monumento, no hubiese escuchado el sonido de sus estanques acariciando el silencio en las noches de verano, o el silbido del viento por los geométricos jardines del Generalife.
La exposición, organizada con el apoyo del Patronato de la Alhambra, se divide en tres grandes bloques: La Alhambra en Falla, Los Ballets Russes y Falla en la Alhambra. Más de 120 piezas han sido recopiladas para ofrecer una amplia visión de la relación de Falla y su obra con el monumento. Fotografías, partituras originales, carteles, correspondencia personal del músico, bocetos, figurines... Todo un universo de piezas que muestran el absoluto equilibrio del gaditano con el palacio granadino, que no dejaría de estar presente en su obra aunque dejara de ser implícito.
En 1915, durante un viaje en compañía de María Martínez Sierra, Falla llega por primera vez a Granada y conoce la Alhambra. Un año después, el 26 de junio de 1916, sonaría por primera vez en la Alhambra música del gaditano. El concierto se celebró en el mismo Palacio de Carlos V en el que se exhibe la muestra hasta el próximo 27 de noviembre, y el propio compositor tocó la parte solista de Noches en los jardines de España acompañado por la Orquesta Sinfónica de Madrid.
Falla no se conformó con ser un viajero ocasional de la Alhambra y pretendió convertirla en su hábitat. En el verano de 1920 el gaditano fija su residencia en la calle Real de la Alhambra, a la que seguirían la pensión Carmona y el Carmen de Santa Engracia, hasta instalarse en el Carmen del Ave María, en la calle Antequeruela Alta, actualmente convertido en museo y sede de su fundación. Sin embargo, en parte la llegada de Falla a la Alhambra fue la salida de ésta de su obra. En su primer trabajo realizado en Granada no hay referencia alguna de alhambrismo.
Desde que se instalara en el recinto de la Alhambra, el músico se convirtió en un auténtico anfitrión para las personalidades más sobresalientes del mundo de la cultura que visitaban la ciudad. Así lo reconoció Granada cuando le otorgó el título de Hijo Adoptivo en 1927. Su vida en el carmen fue un retiro y a la vez todo lo contrario. Desde allí mantenía una intensa comunicación con el mundo exterior: recibía visitas, partía con frecuencia de viaje y despachaba correspondencia.
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