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COYUNTURA NACIONAL
Columna
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Perspectivas de inflación

Hace dos semanas comentaba en esta columna que las perspectivas de inflación, tras la nueva vuelta de tuerca al alza de los precios del petróleo, habían empeorado. Y así sigue siendo, a pesar de que la inflación se mantuvo estable en agosto en el 3,3%. En realidad, los carburantes y combustibles se encarecieron un 2,5%, y si ello no provocó un aumento de la inflación anual de ese grupo de productos ni, por consiguiente, del IPC total, fue debido a que también en agosto del pasado año estos productos registraron una subida prácticamente igual a la de este año. Ahora bien, de no haber variado los precios de los carburantes, el IPC hubiera aumentado casi dos décimas menos de lo que lo hizo, y la inflación hubiera sido del 3,1%, en vez del 3,3%. Es decir, la subida de los precios del petróleo sí que ha tenido ya en agosto un impacto importante en la inflación. Y más lo tendrá previsiblemente en septiembre, si los modelos al uso, que anticipan una tasa interanual del 3,7% para el IPC total, no se equivocan.

Ahora me parece creíble que en diciembre del año próximo la inflación se sitúe en el 2,5%

Hablando de previsiones, podemos ver en el gráfico izquierdo cómo se han movido desde el pasado mes de febrero. Los modelos auguraban entonces para agosto último una tasa de inflación interanual del 2,2% y para diciembre próximo, del 2,6%. Dos meses después, cuando el barril de petróleo ya había subido de 40 a 50 dólares, la previsión para agosto se revisaba al alza hasta el 2,8% y la de diciembre, al 3,1%. En estos momentos, ya conocemos que en agosto la inflación se ha situado en el 3,3% y se prevé un 4,1% para diciembre, todo ello bajo la hipótesis de que el petróleo y el tipo de cambio euro/dólar se mantengan cerca de los niveles actuales.

Que estas innovaciones en la inflación observada y en las previsiones obedecen casi en su totalidad al petróleo se pone de manifiesto si observamos el gráfico derecho. En él podemos ver que la inflación subyacente, que no incluye los productos energéticos ni los alimentos sin elaborar, se ha comportado incluso algo mejor de lo previsto en abril. Como consecuencia, las perspectivas para diciembre de este año apenas han variado una décima desde entonces, situándose en el 2,5%. Esto plantea una cuestión muy importante para los analistas, para los responsables de la política monetaria y para los agentes económicos en general: por qué no se observa, como en ocasiones anteriores, un impacto indirecto sobre los precios de los bienes y servicios no energéticos del encarecimiento de la energía, que constituye una materia prima para prácticamente todos los procesos de producción y distribución de dichos bienes y servicios.

La respuesta es, sin duda, compleja, pero en síntesis, podríamos decir que se dan tres factores que impiden que se produzca la otrora tan temida espiral inflacionista: la globalización de la producción, que está reduciendo de forma constante los precios de los bienes comercializados internacionalmente; los elevados beneficios de las empresas, que les permiten absorber los aumentos de los costes de producción; y las elevadas tasas de paro, que junto a la inmigración (otra globalización), moderan las subidas salariales.

Por todo ello, ahora me parecen creíbles -en otras épocas no me lo hubieran parecido- las previsiones de los modelos que nos dicen que en diciembre del año próximo la tasa de inflación volverá a situarse en el 2,5%. Claro está, si el precio del petróleo no se nos va a los 100 dólares el barril.

Ángel Laborda es director de coyuntura de la Fundación de las Cajas de Ahorros (FUNCAS).

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