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Crónica:NUESTRA ÉPOCA
Crónica
Texto informativo con interpretación

¿Qué es el islam?

Timothy Garton Ash

Sentado en la capital de la República Islámica de Irán, con una flecha metálica en el techo de mi habitación del hotel que señala a La Meca y una presentadora de informativo cubierta con el hijab en televisión, creo que estoy obligado a escribir sobre nuestros problemas con el islam.

Cuatro años después de los atentados del 11 de septiembre de 2001 en Nueva York y Washington, que fueron cometidos en nombre de Alá, la mayor parte de los que viven en lo que seguimos llamando más o menos Occidente están probablemente de acuerdo en que tenemos problemas con el islam. La inmensa mayoría de los musulmanes no son terroristas, pero la mayoría de los terroristas que nos amenazan confiesan ser musulmanes. Casi todos los países con una mayoría musulmana se resisten a lo que europeos y norteamericanos suelen considerar una modernidad deseable, que incluye los principios fundamentales de la democracia liberal.

Casi todos los países musulmanes se resisten a considerar una modernidad deseable, que incluye los principios fundamentales de la democracia liberal
Al definir el islam, cada uno está diciendo algo no sólo sobre el mundo musulmán, sino sobre sí mismo. Dime cuál es tu islam y te diré quién eres
Tampoco puede decirse que el historial de los regímenes puramente laicos en los últimos cien años haya sido muy prometedor precisamente

¿Por qué? ¿Cuál es el quid de la cuestión? He aquí seis opiniones distintas que se oyen con frecuencia en Occidente, pero también -y es importante añadirlo- en países musulmanes como Irán. A medida que lean la lista, quizá quieran ir marcando mentalmente la opinión con la que más están de acuerdo. Por supuesto, también es posible marcar con menos convicción otras dos o tres, pero no todas.

1. El problema fundamental no es sólo el islam sino la religión en sí, que es superstición, falsa conciencia, la abolición de la razón. En principio, el cristianismo o el judaísmo son casi igual de malos, sobre todo en las versiones que defiende la derecha estadounidense. El mundo sería mucho mejor si todo el mundo comprendiera las verdades reveladas por la ciencia, tuviera confianza en la razón humana y adoptara un humanismo laico. Si es preciso que tengamos el retrato de un hombre barbudo en la pared, que sea una fotografía de Charles Darwin. Lo que necesitamos no es sólo un Estado laico, sino una sociedad laica.

Ésta es una opinión que comparten muchas personas cultas en el Occidente poscristiano, especialmente en Europa occidental, incluidos algunos de mis mejores amigos. Si se plasmara directamente en una receta política, tendría el pequeño inconveniente de que entre 3.000 y 5.000 millones de hombres y mujeres se verían forzados a abandonar sus creencias fundamentales. Y tampoco se puede decir que el historial de los regímenes puramente laicos en los últimos 100 años haya sido precisamente prometedor.

2. El problema fundamental no es la religión en general, sino la religión islámica en concreto. El islam, a diferencia del cristianismo occidental, no permite la separación de Iglesia y Estado, de religión y política. El hecho de que en mi periódico iraní figure como fecha el año 1384 es indicativo de una realidad más amplia. Con su discriminación sistemática contra las mujeres, sus bárbaros castigos para la homosexualidad y su intolerancia militante, el islam se ha quedado parado en la Edad Media. Lo que necesita es su propia Reforma.

Una opinión muy extendida. Hay dos objeciones contra ella: que fomenta una interpretación monolítica y esencialista del islam, y que pretende interpretar su historia según criterios demasiado occidentales (Edad Media, Reforma). Si, al decir islam, nos referimos a "lo que verdaderamente piensan, dicen y hacen aquellos que se denominan a sí mismos musulmanes", existe un vasto espectro de realidades distintas.

3. El problema no es el islam, sino el islamismo. Fanáticos como Osama Bin Laden han falseado una de las grandes religiones del mundo y la han tergiversado al servicio de una ideología política del odio. Esos ideólogos y movimientos del islamismo político son lo que debemos combatir. Si trabajamos en colaboración con la mayoría benévola y pacífica de musulmanes que vive en el mundo, podremos separar el fruto envenenado del árbol sano.

Es la opinión que promueven políticos occidentales como George W. Bush y Tony Blair, que van con el Corán por delante. Al fin y al cabo, ¿qué van a decir? No van a insultar a millones de votantes musulmanes ni a los países de los que depende Occidente para sus importaciones de petróleo. ¿Pero lo creen de verdad? Tengo mis dudas. Si se les inyectara el suero de la verdad, seguro que estarían más cerca de la postura número 2, mientras que muchos dirigentes europeos que son ateos o agnósticos estarían en la número 1. Por otro lado, distinguidos especialistas en el mundo musulmán hacen este mismo análisis con conocimiento de causa y de forma categórica.

4. El meollo del problema no es la religión islámica, ni siquiera el islamismo, sino la historia específica de los árabes. Entre los 22 miembros de la Liga Árabe, ninguno es una democracia construida en el propio país (en la actualidad, Irak tiene algunos elementos de democracia, pero no son precisamente indígenas). Ni que decir tiene que no estoy haciendo una afirmación racista sobre los árabes, sino exponiendo un complejo argumento que abarca la historia, la economía, la cultura política, la sociedad y una serie de intentos fallidos de modernización poscolonial.

Esta opinión es defendible. Existen democracias con mayorías musulmanas (Turquía, Mali). El politólogo de Columbia Alfred Stepan ha escrito un artículo fascinante en el que sugiere que, en cuestión de democracia, los países musulmanes que no son árabes han obtenido resultados bastante parecidos a los de otros países no musulmanes con un nivel de desarrollo económico comparable. Sin embargo, me llama la atención que, incluso en un país tradicionalmente tan antiárabe como Irán, sean pocos los que piensan que el problema reside en los árabes.

5. El problema somos nosotros, no ellos. Desde las Cruzadas hasta Irak, son el imperialismo occidental, el colonialismo y el hegemonismo ideológico cristiano y poscristiano los que han engendrado esa antipatía hacia la democracia liberal occidental y, llevada al extremo, han creado enemigos mortales. Además, después de haber provocado (mediante el Holocausto debido a la barbarie europea), apoyado o, por lo menos, aceptado el establecimiento del Estado de Israel, llevamos más de medio siglo ignorando la terrible situación de los palestinos.

Una opinión generalizada entre los musulmanes, y no sólo entre los árabes de Oriente Próximo, y que también adopta -desde un punto de partida diferente- algún sector de la izquierda occidental. Por supuesto, incluso aunque esta versión simplista de la historia fuera cierta, lo que no podemos hacer es cambiar el pasado. Pero sí podemos reconocer el daño histórico del que somos auténticamente responsables. Y podemos hacer más por crear una Palestina libre y respetuosa de la ley junto a un Israel seguro.

6. Independientemente de lo que cada uno opine sobre los méritos respectivos de Occidente y el Islam, la mayor tensión se produce en sus zonas de encuentro. En especial, en el contacto directo y personal de los inmigrantes musulmanes jóvenes, de primera o segunda generación, con la modernidad laica occidental, sobre todo europea. El sistema más seductor que ha conocido la humanidad, con sus imágenes policromáticas de salud, riqueza, fascinación, sexo y poder, listas para el consumo, resulta enormemente atractivo para unos jóvenes que proceden de ambientes musulmanes, muchas veces pobres y conservadores. Pero éstos, en ciertos casos, se sienten asqueados por los excesos hedonísticos o tal vez ven sus secretas esperanzas aplastadas, se apartan por la realidad de sus vidas marginadas en Occidente o tienen la sensación de sentirse rechazados por él, y algunos -una pequeña minoría- adoptan una nueva versión de la fe de sus padres, feroz, extrema y belicosa. Desde Mohammed Atta y la célula de Al Qaeda en Hamburgo hasta los terroristas de Madrid y los de Londres, ésta se ha convertido en una situación penosamente familiar.

Me gustaría encontrar pruebas contundentes para refutar esta opinión. Pero no lo consigo. (¿Algún lector puede ayudar?). Incluso en el caso de que asistiéramos al nacimiento de una Palestina libre y saliéramos mañana de Irak, este problema seguiría existiendo. Un problema que amenaza con convertir Europa en un lugar menos civilizado y más incómodo para vivir durante los 10 próximos años.

¿Cuál de estas seis opiniones les convence más? Al responder esa pregunta, cada uno estará diciendo algo no sólo sobre el mundo islámico, sino sobre sí mismo. Porque lo que llamamos islam es un espejo en el que nos vemos a nosotros mismos. Dime cuál es tu islam y te diré quién eres.

Traducción de María Luisa Rodríguez Tapia.

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