"La adjudicación de las televisiones locales será un paso histórico"
Militante socialista desde 1976, Josep Maria Carbonell (Barcelona, 1957) fue diputado en el Parlament desde 1995 hasta mediados de 2004, cuando se incorporó al Consejo del Audiovisual de Cataluña (CAC). Desde el pasado jueves preside este organismo, creado por el Parlament en el año 2000 con el objetivo de poner algo de orden en el complejo mundo de las ondas. En la legislatura anterior, Pasqual Maragall le designó consejero de Cultura en el Ejecutivo en la sombra que diseñó para desempeñar la oposición al de CiU.
Pregunta. ¿Este nombramiento le compensa por no haber sido elegido consejero de Cultura del Gobierno del tripartito?
Respuesta. Yo no creo en los premios de consolación. En cualquier caso, la constitución del Gobierno del tripartito queda muy lejos y para mí es una cuestión absolutamente pasada. Sólo tengo que decir que estoy muy satisfecho de que la labor que hace el Departamento de Cultura esté marcada por el programa del Tinell, que asumió en su día el Gobierno catalán. Y por otra parte, las responsabilidades del CAC comportan una implicación muy importante en la política cultural del país.
P. ¿Qué significa para usted este nuevo cargo?
R. Una etapa más en el servicio público y en un ámbito en el que llevo trabajando desde hace muchos años. En 1980 ya participé, como representante de una ONG internacional, en la Conferencia General de la Unesco en la que se debatió el informe McBride. Desde entonces me fascina todo lo relacionado con la comunicación y, de una u otra manera, a lo largo de mi carrera política y universitaria, me he dedicado a este asunto.
P. ¿Cree que el CAC ha respondido a las expectativas que suscitó su nacimiento hace cinco años?
R. Francamente, en buena medida sí, y no entenderíamos el sistema audiovisual catalán sin los pactos políticos de aquellos seis meses, entre diciembre de 1999 y mayo de 2000, que dieron paso a la ley del CAC. Pero soy partidario de ir hacia adelante. El CAC debe completar el proceso competencial. Hemos de promover una corporación pública que disponga de todos los mecanismos posibles para trabajar con plenitud.
P. ¿Se refiere a las competencias que establece la nueva Ley Audiovisual en trámite en el Parlament?
R. Sí. La ley prevé, por ejemplo, que el proceso de adjudicación de frecuencias pase por el CAC, que además dispondrá de un registro de operadores.
P. Pero el consejo seguirá sin poder intervenir en los medios que operen en toda España.
R. Por eso somos defensores de que se apruebe un consejo estatal, y vemos con muy buenos ojos el proyecto de ley del Consejo de Medios Audiovisuales.
P. ¿Le gustaría que este órgano se estableciera en Barcelona?
R. Es una decisión que deben tomar las Cortes.
P. Pero ¿cree que sería bueno para Cataluña que estuviera aquí?
R. Sería bueno para Cataluña y para España.
P. El CAC nació con la ambición de ser un órgano independiente. Y sin embargo, su primer presidente, Francesc Codina, era un miembro destacado de CDC, y usted lo es del PSC.
R. Sí, ambos hemos ejercido funciones políticas y tenido compromisos políticos. Ahora bien, cuando asumimos la responsabilidad del CAC, nuestro compromiso consiste en trabajar por la independencia, el pluralismo, la diversidad cultural, la protección de los niños, la preservación de los derechos constitucionales... en los medios audiovisuales, y en esa misión hemos de dejar las legítimas opiniones políticas. Además, la ley nos obliga a cesar en cualquier cargo en las direcciones de los partidos.
P. Maragall les ha instado a reafirmar su independencia en el proceso de adjudicación de las licencias de televisión digital errestre (TDT) a las cadenas locales.
R. Esa adjudicación va a ser un paso histórico para Cataluña, del que aún tenemos poca conciencia, y en mi nombre y en el de todos los consejeros del CAC me comprometo a hacer una gestión impecable de esta cuestión.
P. Francesc Codina se enorgullecía de que, salvo en contadas ocasiones, las decisiones del CAC no se habían votado, sino que se habían adoptado por consenso.
R. Es el único modo de actuar con fuerza, con firmeza, en particular en un asunto tan delicado como el audiovisual.
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