Un día Mundial en Pucela
El campeón olímpico, Bettini, triunfa en el espectacular final de Valladolid
El día en que Paco Antequera confirmó que Alejandro Valverde liderará a España en el Mundial de Madrid, Paolo Bettini, uno de los dos líderes del equipo italiano, superó al otro líder, Alessandro Petacchi, en la meta de Valladolid, en la llegada que habría sido la del Mundial si no fuera porque la capital de España derrotó a la capital castellano-leonesa en la lucha por la designación. El campeón olímpico Bettini apreció el detalle y declaró que la victoria le sabía mejor que la de cualquier clásica. Miguel Ángel Martín Perdiguero, número dos de los españoles, había declarado su ánimo guerrero para la jornada que terminaba en la empinada cuesta de Parquesol, un bombón para sus condiciones, pintándose las uñas de negro, y acabó tercero, lo que puede ser un indicio de lo que le espera el domingo 25 en el Paseo de la Castellana: más lento que Petacchi en final llano y en final en cuesta, más lento que Bettini en final en cuesta.
Fue un día de Mundial en Valladolid, un ensayo con todo a diez días vista que dejó a los italianos felices, a los españoles pensativos -y cruzando los dedos para que a Valverde, por fin, deje de molestarle totalmente la rodilla- y a la Vuelta en segundo plano. Como no hubo viento en la travesía de Tierra de Campos, donde un árbol es un tesoro, donde la sequía quema, como no hubo nerviosismo, impaciencia, tensión, fue como si no hubiera habido etapa. Todo se redujo para la mayoría a llegar a Valladolid lo más entero posible y, para unos cuantos, a llegar con las mejores piernas, pulmones y colocación posibles para el espectacular último kilómetro al 7%.
"No me ha ganado un Juanito", dijo Perdiguero, que fue el primero en lanzarse al vacío. No le ganó al madrileño un Juanito, un desconocido, sino dos campeones que se retaron con un cruce de miradas, que aceptaron el duelo en una décima de segundo, a espaldas del galgo Perdiguero. Cuando vio que los dos últimos de su tren, Velo y Tosatto, ya no podían estirar más la cuerda, no podían con el arranque, a 500 metros de la llegada, Petacchi, que lleva ya cuatro victorias en esta Vuelta y empezó el año ganando la Milán-San Remo, con Poggio y todo, se volvió y con la mirada le dijo a Bettini, que vive su peor año en mucho tiempo, con enfermedad a mitad de temporada y todo, que si quería ganar tenía que arrancar él el primero, que a él, a Petacchi, le bastaba con intentar remontar, como si fuera un experimento más, como si quisiera descubrir una nueva manera de vencer, desde atrás y en pendiente. Bettini no lo dudó. Petacchi tampoco. Por delante, el Grillo alcanzó y superó a Perdiguero; por detrás, el sprinter melancólico, el de los ojos azules, alcanzó y superó a Perdiguero, pero no pudo con su compañero, más feliz que nunca.
Terminada la etapa, todos dejaron Valladolid, dejaron el olor a Mundial, y cogieron el autobús para la sierra segoviana, el aroma a Vuelta que recobra todos sus poderes en un fin de fiesta organizado para Heras.
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