Federer sigue sin límites
El suizo supera en cuatro mangas a un Agassi que luchó en el Open de EE UU hasta el final para dar una satisfacción a su país el 11 de septiembre
Andre Agassi lo intentó hasta el último momento. En una fecha tan señalada como el 11 de septiembre, ubicado en medio de las funestas celebraciones de la Zona Cero y los minutos de silencio que se realizaron en la pista central del Open de Estados Unidos, el jugador de Las Vegas agotó hasta el último aliento para ofrecer una satisfacción a sus compatriotas. Con 23.000 voces apoyándole, mantuvo la incertidumbre hasta el final de la cuarta manga. Pero después se rindió ante la evidencia. Roger Federer, el número uno del mundo, es superior a todos, incluso a Agassi. El estadounidense, de 35 años, sucumbió por 6-3, 2-6, 7-6 (7-1), 6-1 , en 2,20 horas.
La central se fue fundiendo a medida que el ritmo de Agassi iba cayendo en la manga final. Sin embargo, tuvo que ser el jugador más veterano del circuito, quien lograra el rarísimo honor de desequilibrar a Federer. Aunque se había enfrentado a algunos de los mejores tenistas del momento, como Nalbandián y Hewitt, nadie había logrado perturbar su camino hacia la final. Pero en su enfrentamiento con Agassi, el finalista más viejo desde que lo fuera Ken Rosewall en 1974 a los 39 años, el metódico y frío jugador suizo, de 24 años, pareció por momentos perder el equilibrio y sentirse presionado. Y eso es muy poco habitual en él, que esta temporada ha perdido sólo tres partidos de 74, y que en dos de ellos dispuso incluso de bolas para ganar.
Ayer, sin embargo, Agassi parecía estar luchando por algo más que para ganar su tercer título del Open. Su espíritu estaba mucho más vivo incluso que en los partidos anteriores, cuando había dejado en su camino a sus compatriotas Ginepri y Blake. "Para mí", confesó luego, "era algo muy especial. No sólo por lo que suponía para mí estar en otra final aquí, sino por todo el significado que encierra jugarla en un día tan señalado". Nadie puede reprocharle nada al estadounidense. Al contrario. Se entregó, buscó los puntos, puso en aprietos a Federer, sacó golpes increíbles de su raqueta y consiguió levantar a un público entregado, entre el que se encontraban los actores Robin Williams y Dustin Hoffman, que se levantaron de la silla muchas veces y aplaudieron a rabiar algunas de las jugadas de su compatriota.
Lo único que enturbió la fiesta americana, fue la presencia de Federer en la final. "¡Yehh!", exclamó simplemente, levantando la raqueta hacia el cielo, cuando consiguió el último punto que le daba la victoria por 6-1 en la cuarta y definitiva manga. Era su segundo triunfo consecutivo en el torneo, lo que le convierte en uno de los tres únicos jugadores que lo han conseguido. Tanto ganar dos veces consecutivas el Open, como Wimbledon. Antes sólo lo habían logrado Bill Tilden en 1920 y 1921, y Donald Budge, en 1937 y 1938. Éste último cuadró de esta forma su único Grand Slam. Federer, además, lleva ganadas las 23 últimas finales que ha disputado y suma su 35ª victoria consecutiva en superficies rápidas, rompiendo el récord anterior de Pete Sampras de 34 en 1996. Y esta temporada ha ganado 10 títulos, uno más que Rafael Nadal.
Su carrera es ya increíble. En cuestión de cuatro años ha confirmado que está en el camino de convertirse en uno de los tenistas más grandes de la historia. Lleva ya seis títulos del Grand Slam (3 Wimbledon, 2 Open de EE UU, 1 Open de Australia) y nadie sabe hasta dónde puede llevarle el predominio que tiene actualmente en el circuito masculino.
Clijsters, al fin campeona
En la final femenina, el sábado, no fue casual que Kim Clijsters se impusiera por 6-3, 6-1 a la francesa Mary Pierce. Recuperada por fin de sus lesiones, la tenista belga, de 22 años, devolvió la cordura al circuito femenino. Frente a la preocupación estética de algunas jugadoras, los falsos gestos de femineidad, ante las múltiples lesiones que han sufrido varias de las mejores, frente a la explosión de algunas mediocridades, Clijsters aporta su tenis, nada más que eso, que es mucho. Y se llevó 1,7 millones de euros, el mayor premio femenino de la historia.
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