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Crónica:DE LA NOCHE A LA MAÑANA
Crónica
Texto informativo con interpretación

La misma crispacion de todos los otoños

Con decir que a medida que se amojama la figura de Rajoy, va creciendo la de Aznar, está casi todo dicho, tal vez porque éste último no es de origen ni trayectoria gallega y el anterior no se atreve ni con lo que queda de Fraga Iribarne, por si acaso

Vaya con Mariano

Tampoco está muy claro que Mariano Rajoy sea tan listo (y tan líder) como supone Francisco Umbral. De lo contrario, no conservaría a Acebes a un lado, Zaplana al otro, y allá, a su frente, a José María Aznar. Así las cosas, parece razonable la afirmación de María Teresa Fernández de la Vega cuando sugiere un plazo para observar si el líder de la oposición gana un margen de autonomía dentro de su propio partido. Sólo la mala fe anticipada autoriza a Rajoy a afirmar que todavía no sabe para qué quería verle Rodríguez Zapatero, después de dos horas y media de conversación a solas, en las que sin duda ambos hablarían bastante. Lo bastante como para sospechar que no se entera quien acude a la reunión con el propósito de hacerse el desentendido. Hasta que alguien le haga saber que le conviene menos retranca mediática y un oído algo más atento.

Y dale con el agua

No hay manera de ver un telediario de Canal 9 sin que nos abrumen con la escasez de agua, sobre todo en el sur de la Comunidad Valenciana, como si el resto andara sobrado. Claro que se trata tan sólo de una argucia de desmemoriado que apunta de una sola tacada contra los socialistas y contra los catalanes, que han tenido la mala sombra, como todo el mundo sabe, de impedir históricamente que el Ebro desemboque en Sollana. Qué le vamos a hacer. Aprovecharse de las necesidades ajenas ha sido siempre la divisa de los políticos corruptos y la ética de algunos periodistas que dejan de lado los escrúpulos a la hora de ejercer la profesión. Cuando todos saben de sobra que suministrar colchón tan reseco a Francisco Camps es cualquier cosa excepto maniobrar con inteligencia en un problema que desborda los intereses partidistas.

El estilo ausente

Releyendo este verano Una comedia ligera, sorprende el talento de Eduardo Mendoza, divertido y riguroso, para ir tejiendo una maraña de sucesos de apariencia insignificante que te enreda sin misericordia y donde se va formando ese tejido que acaba por conformar un estilo. No es el menor de los hallazgos, en esa novela, las brillantes soluciones que ofrece al siempre engorroso problema de la presentación de los diálogos de los personajes, una tarea que en esta obra parece resolverse por sí misma pero que entraña más dificultades de las que parece, y que, por lo demás, si hay que mencionarlo, no son menos vanguardistas que las del Julio Cortázar de Rayuela, aunque, eso sí, bastante menos estrepitosas. Cuando se ha leído lo bastante como para hacerse pasar por un lector atento, el estilo -el talento- sustenta lo que es en apariencia un rosario de felices ocurrencias.

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La muerte en almoneda

Volar en compañías aéreas sin pedigrí sale mucho más barato, y hasta puede resultar gratis el viaje de vuelta bajo forma de cadáver si uno de esos aviones tiene la mala fortuna de estrellarse, como está ocurriendo tantas veces. Por otra parte, si el 0, 7 % de lo gastado por Estados Unidos en su guerra de Irak se hubiera dedicado a reforzar los diques que separan Nueva Orleans del océano, es posible que a estas horas miles de cadáveres no estuvieran medio flotando entre el lodo de la avalancha que ha anegado la ciudad, y así todo lo demás. Todo el mundo sabe que lo barato sale caro, pero los profetas del neocon se enriquecen, junto con sus empresas, en este nuevo capitalismo del casi todo a cien para el ciudadano, que debe renunciar de una vez por todas a ser dueño de su vida. Y aún hay economistas imaginativos que lamentan las subvenciones a las vacas, como si el sector del automóvil sobreviviera únicamente por sus propios medios.

Lo peor de lo mejor

Todo es según el color del cristal con que se mira, como diría Carlos Fabra, que parece tenerlo bastante negro. Pero no quería hablar de esas tinieblas. Rafael Blasco, que pasó en cosa de pocos años de la guerrilla maoísta a la valenciana a guerrero de la derecha, cese fulminante como consejero del gobierno de Joan Lerma mediante, va y dice (en la fastuosa conversación con Eugenio Burriel que el compañero Joaquín Ferrandis dio en estas mismas páginas) que dispone de equipos de especialistas en elaborar informes ficticios para desorientar al enemigo. Y el lector se sorprende, claro, pues que siendo por lo común incierto lo que manifiesta persona de tan rica trayectoria vital, no comprende por qué debería molestarse en crear gabinetes de ocasión entregados a la confección de la mentira. Se ve que el hombre, no contento con el embuste oficial, necesita el concurso de los paniaguados oficiosos. Y seguro que los necesita.

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