Pobre festejo
Pasaron las figuras, que dicho sea de paso no llenaron coso, y nos quedamos solos. Ni media plaza. Los aficionados asistieron todos. Donde todo eran ovaciones a la nada o al muy poco, ayer hasta el paseíllo careció del calor de las palmas. Más teniendo en cuenta que hacían el paseo dos toreros de la tierra. Dos futboleros que había en la andanada presentaron el festejo como un Valladolid-Sevilla. El aburrido empate lo deshizo en el último toro de Salvador Cortés.
Al sevillano, en el toro de su presentación le quedaron bien las verónicas dadas a favor de viento. Antes de ponerse en faena se dedicó a agradar al público: primero les brindó, luego le pidieron que se fuera a los medios y se fue al centro. Ya trasteando, la cosa resultó monótona: bien por la sosería del toro, bien por la pesadez del maestro. Fue en el que cerró festejo cuando Salvador Cortés alcanzó las cotas de mayor brío. Citando desde los medios y dando distancia consiguió dos series por redondos de gran mérito. Bajó la intensidad al natural para luego diluirse el trasteo en cinismo galerista.
Montalvo / Sánchez, Marcos, Cortés
Toros de Montalvo: desiguales de presentación, mansos y descastados. 5º, encastado y noble; aplaudido en el arrastre. Manolo Sánchez: estocada tendida (palmas); pinchazo, media estocada, descabello (división). Leandro Marcos: dos pinchazos, media, descabello (saludos); estocada (pitos). Salvador Cortés: estocada (silencio); estocada (oreja). Plaza de Valladolid. 10 de septiembre, 8ª de feria. Media entrada.
A Manolo Sánchez, cuando menos, su primero le llenó de dudas. Se fundamentaban en la posibilidad de que el toro estuviera reparado de la vista. Llegó la sospecha hasta el punto de que llamado por los clarines a coger la muleta decidió seguir con el capote para hacer la última probatura. Hecha ésta, y por la mueca, resultó satisfactoria. Hubieron de esperar sus seguidores hasta el epílogo del trasteo para que sin confiarse del todo dejara pases sueltos al natural. En el otro, no tuvo ni la más mínima duda. No le gustó y punto. Los mansos y los artistas no se entienden. Los artistas, que son muy suyos. Pobre bagaje para un torero de exquisito corte en horas bajas y a falta de aprovechar oportunidades.
Pesado y pinturero
Leandro Marcos se atrincheró tras el capote y largó tela a la defensiva. El torero que había cantado la gallina de la mansedumbre campeó a sus anchas por el recinto. Su trasteo de compuesta figura careció de ajuste. Poquitas gotas del personal concepto del arte dejó a sus paisanos. Entre pesado y pinturero acabó con su oponente. El quinto hizo honor al refrán. Amasacrado en varas llegó boyante al último tercio. Le cayó grande. Un toro de puerta grande que se fue con las orejas al desolladero con las orejas por la falta de mando en la muleta del maestro. Gran desilusión entre los aficionados.
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