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Necrológica:
Perfil
Texto con interpretación sobre una persona, que incluye declaraciones

Jacques Dufilho, un gran actor mal conocido

Para el público español, Jacques Dufilho es sólo uno más de esos rostros extraños que pueblan los segundos planos borrosos de los filmes. Dufilho, que falleció en París a finales de agosto y había nacido cerca de Burdeos en 1914, había rodado más de un centenar de películas, había creado incluso un personaje cómico famoso en Italia -el militar Buttiglione- o intervenido como protagonista en la que debe ser la mejor película de Francesc Betriu, Corazón solitario (1975), una serena locura sacada de una fotonovela. Uno de sus filmes, La guerre des boutons (1961), fue un éxito internacional, pero entonces las miradas fueron para los chavales que guerreaban desnudos, no para sus autoritarios maestros o progenitores. A Dufilho le daba igual. Él estaba en el mundo de la farándula por el teatro, porque Charles Dullin, en 1938, le convenció de que tenía talento. Y él lo ponía al servicio de Molière, Harold Pinter, Marcel Aymé, Friederich Dürrenmatt, Jacques Audiberti, Jean Anouilh, Neil Simon y tantos otros dramaturgos de talento. Con el director Georges Wilson consiguió algunas puestas en escena memorables.

Dufilho se definía como "actor campesino". Había conservado el acento de su región y, sobre todo, las convicciones monárquicas y ultraconservadoras de los terratenientes de la zona. Eso no siempre le hizo la vida cómoda, le alejó de la renovación que supuso la Nouvelle Vague y reforzó su especialización en tipos poco habladores, cortos de luces y fanáticos. La realidad es que Dufilho era un hombre cultivado y amable al que el hecho de preferir la misa en latín no le impedía discutir de filosofía, o para quien el no creer en la democracia no conllevaba menospreciar a los humildes, sino todo lo contrario. En 1977, Pierre Schoendorffer le ofrece con Le Crabe-tambour la mejor oportunidad cinematográfica, y eso hace que Dufilho gane el Premio Cesar al mejor intérprete por la manera en que encarna a un almirante. En 1993, Jean Marbeuf tiene la buena idea de apoyarse en las convicciones de Dufilho para convertirlo en Pétain, un muy interesante e incomprendido biopic del reaccionario mariscal colaboracionista. Otros grandes cineastas, como Chabrol, le reclamaron para que fuese un propietario agrícola -Le chaval de l'orgueil (1976)- o también para ponerlo al mando de un navío fantasma, como Herzog en su fallido Nosferatu (1979), pero esos momentos de brillo en la pantalla fueron escasos comparados con los que vivió en escena. En sus memorias, Jacques Dufilho reconoce sin ambages el carácter alimenticio del 90% de sus intervenciones cinematográficas, al tiempo que su verdadera pasión por la palabra y los personajes. Disciplinado al extremo, solitario, enamorado de los Bugattis, creyente hasta la médula, Dufilho era un actor irreemplazable.

Jacques Dufilho.
Jacques Dufilho.

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