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Columna
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El nuevo curso

Ya está, ha tenido que venir Ibarretxe para que sepamos que ha comenzado el nuevo curso. Hasta ahora nos habíamos creído que estábamos de vacaciones, pero a partir de su anuncio es imposible. Lo más gracioso es que Ibarretxe nos ha soltado la matraca de siempre sobre nuestro derecho a decidir (exceptuado, claro, el derecho a decidir no hacerle ni caso), lo muy cerca que estamos de la paz (sin que haya guerra) y lo impregnados que estamos de conflicto (tanto como si hubiéramos sufrido una diarrea estival); en una palabra, que nos viene con las mismas asignaturas de siempre sin que por eso Ibarretxe reconozca que las ha suspendido porque, como cualquiera que comienza curso sabe, sólo hay que presentarse a las asignaturas suspendidas. Pero bueno es Ibarretxe para reconocer un fracaso escolar. No lo reconocería ni aunque se lo dijese Otegi, con quien está a partir un piñón, pero, eso sí, discretamente.

Ésta es la única novedad del curso que comienza; no, no me refiero a los piñones ni a la discreción, sino a los contactos que Ibarretxe dice que va a establecer ignorando que en el curso pasado también los mantuvo porque en eso consiste el secreto de las novedades de Ibarretxe, en cambiar de collar a los mismos perros. Aunque hay que reconocer que esta vez se va a encontrar con alguien muy receptivo, el PSOE, que ya ha manifestado sus deseos de negociar con Ibarretxe pidiéndole de antemano su apoyo para que le facilite la gobernabilidad en Madrid. Resulta curioso que el PSOE busque apoyarse en el PNV mientras el PSE sostiene que no, vamos, que no piensa cambiar su política de alianzas hasta 2007, lo que da a entender que no busca gobernar con el PNV en Euskadi. En Euskadi entera, porque ya está haciendo cuanto puede para conseguirlo en Álava y Vitoria.

En fin, que la gran mesa de partidos dispuesta y auspiciada por Ibarretxe ya ha comenzado su andadura. De momento, se puede adquirir en los kioskos el primer fascículo que trae de regalo un tornillo y los planos. Lo más grandioso de todo esto es que se presenta como una mesa de partidos lo que en realidad no llega ni a mesilla, ya que la mitad más uno ya está constituida -no olvidemos que, como su nombre indica, el tripartito está compuesto por PNV, EA y EB- y, que se sepa, sólo hay otros dos partidos a los que convocar, PSE y PP, habida cuenta de que Batasuna no es nada. Sólo que ahí está la madre del cordero. El PNV quiere dar por sentado que Batasuna no sólo es ya un partido, sino que encima se trata de un partido legal.

Decía el jueves Patxo Unzueta en una columna muy brillante publicada en este mismo periódico que lo único que tiene que hacer Batasuna, a imagen del proceso irlandés que tanto encanta a Otegi, pero también a los Lunnis (y los Marttis), es pedir a ETA que abandone la lucha armada. Con ello no sólo Batasuna lograría que se le pudiera aceptar en los bancos de la legalidad, sino que se acabaría inmediatamente con ese conflicto para los que otros únicamente proponen rodeos y soluciones tan imaginativas como que Batasuna sea lo que no es. Pero, ¿por qué Batasuna no da ese paso? Sencillamente porque no lo ve necesario. En primer lugar, porque ya está consiguiendo lo que quiere sin dar nada a cambio (sólo monsergas, palabras de Anoeta que ya se llevó el viento) y, si de algunos dependiera, aún conseguiría más. Sin tampoco devolver nada a cambio, ahí está la incalificable propuesta del Gobierno vasco pidiendo a Madrid que acerque los presos como signo de distensión cuando de todos es sabida la distensión que ha causado Batasuna a lo largo del verano (menos en Navarra, donde se arrugó frente a una policía que, estaban seguros, les iba a dar las suyas y las del pulpo). Todo ello sin menoscabo de que todavía pueda estar convencida de que la violencia puede aportarle réditos, que sería la segunda razón para no modificar el statu quo. ¿Saben qué les digo aparte de estar ya hasta el gorro del curso? ¡Que quien no quiera ser de Batasuna que tire la primera piedra!

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