Fraga no apoyará a ningún aspirante a su sucesión y pide que se unan las candidaturas
El ex presidente dice que continuará su trabajo en el Parlamento durante toda la legislatura
La batalla para suceder a Manuel Fraga como líder del PP gallego comenzó ayer en un viejo pazo de Ribadumia (Pontevedra). Ante los principales dirigentes de su partido, Fraga hizo una especie de testamento político, revestido de solemnidad. Repasó vertiginosamente toda su carrera, anunció que ha llegado "el momento del adiós" y rogó a sus seguidores que no se enzarcen en una lucha que arruine su sueño de construir "una Galicia para todos". Fraga reclamó expresamente que el partido no se divida "en seis o siete candidaturas" y anunció que él se mantendrá neutral.
En uno de esos actos que son ya una seña de identidad del PP gallego, una comida al aire libre con gaiteiros, empanada, pulpo y carne a la brasa, Fraga entonó su despedida y anunció la próxima celebración de un congreso "abierto y democrático" para elegir un nuevo presidente del partido. El ex jefe del Gobierno gallego había consultado la pasada semana con el líder nacional del PP, Mariano Rajoy, y con los dos principales candidatos a sucederle, los ex vicepresidentes de la Xunta Alberto Núñez Feijoo y Xosé Manuel Barreiro.
Ayer aprovechó un acto convocado por Rajoy como inicio del curso político para confirmar definitivamente: "No volveré a ser candidato a nada". Y como despedida, hizo un veloz repaso a toda su carrera política desde el franquismo, en el que presumió de su contribución a la democracia y de haber fundado "el primer partido que desde las Cortes de Cádiz abarca todo el espacio, excepto la extrema derecha".
Fraga aseguró que mantendrá su escaño en el Parlamento gallego durante toda la legislatura, aunque no especificó cuál será su función en el grupo popular, del que ha sido nombrado portavoz tras las elecciones del pasado 19 de junio, en las que perdió la mayoría absoluta. "Me tendréis a vuestras órdenes en el Parlamento como un compañero más al servicio de Galicia y de España", fue todo lo que adelantó a los dirigentes de su partido congregados en los jardines del pazo de Quinteiro da Cruz.
Al fundador del Partido Popular le escuchaban Mariano Rajoy, los barones provinciales y tres de los precandidatos a la sucesión, los ex vicepresidentes Núñez Feijoo y Barreiro y el antiguo secretario regional Xosé Cuiña, ferozmente enfrentado a la dirección nacional del partido. Sólo faltaba un cuarto candidato que se ha postulado en los últimos días, el ex consejero de Pesca de la Xunta Enrique López Veiga, a quien los dirigentes del PP gallego conceden muy escasas posibilidades de éxito.
"Ni de boina ni de birrete"
Fraga se dirigió de forma expresa a uno de los barones provinciales, José Luis Baltar, presidente de la Diputación de Ourense, quien hace diez meses amenazó con escindirse del partido si la dirección nacional no respetaba su autonomía territorial, para hacer una declaración de principios: "Yo, amigo Baltar, no soy de la boina ni del birrete".
El ex presidente gallego aludía a la denominación coloquial de los dos grandes sectores que rivalizan en el partido, los de la boina, procedentes del ámbito rural, como Baltar o Cuiña, y los del birrete, partidarios de Rajoy y más implantados en las zonas urbanas, como Núñez Feijoo. A todos ellos les ofreció su apoyo cuando lo necesiten, pero dejó sentada su voluntad de permanecer neutral en la batalla, al garantizar que él no respaldará "a nadie en contra de los demás".
Sus constantes apelaciones a la unidad interna se concretaron en dos solicitudes. Por un lado, reclamó un esfuerzo de consenso entre los posibles aspirantes, aun en el caso de que haya más de uno. Advirtió de que "no es bueno mostrar demasiadas diferencias" y pidió que se formen "candidaturas importantes, no que haya seis o siete". Y, para finalizar, demandó que todo el partido apoye a quien resulte ganador.
Después del discurso de Fraga, Rajoy admitió que el congreso "será difícil" por la dimensión de la figura que se pretende reemplazar. Por eso pidió a los suyos que estén "a la altura de las circunstancias" con "inteligencia y generosidad".
Una provincia por candidato y Pontevedra para todos
Todavía con atuendo de vacaciones y con el color del verano reluciendo en sus rostros, los dirigentes del Partido Popular gallego se reencontraron en el pazo de Quinteiro de Cruz para comer, beber el albariño que se cosecha allí mismo y empezar a medir sus fuerzas ante la pugna que se avecina. Entre ellos estaban tres de los precandidatos a la sucesión, pero ninguno de ellos quiso confirmar sus intenciones ante los periodistas. "No es el día", repitieron los ex vicepresidentes de la Xunta de Galicia Alberto Núñez Feijoo y Xosé Manuel Barreiro, y el ex secretario general de los populares gallegos, Xosé Cuiña.
Los dos primeros insistieron en la promesa de un "congreso abierto" a todos los candidatos que deseen presentarse. Cuiña, que el sábado recibió el respaldo de un grupo de destacados militantes de Vigo, prefirió esquivar las preguntas con alguna chanza. "Hoy vengo vestido de rojo, que no es muy normal en mí. Otros van de azul falangista", bromeó Cuiña mientras señalaba a un periodista que estaba vestido con una camisa de ese color.
Por los alineamientos tácitos que se han producido hasta ahora, cada uno de los tres tendría el apoyo mayoritario en una provincia. A Núñez Feijoo, un fiel a Mariano Rajoy, le respalda la dirección del PP de A Coruña. Barreiro, que se presenta como un hombre de consenso entre las dos grandes facciones, es el presidente del partido en Lugo. Y Cuiña cuenta con el respaldo del líder del PP de Ourense, José Luis Baltar. En Pontevedra, la provincia de origen tanto de Rajoy como de Cuiña, las fuerzas se presentan más repartidas.
José Luis Baltar, ya sentado a la mesa junto a Barreiro y enfrente de Fraga y Rajoy, insistió en que su primer candidato es Cuiña -"yo no suelo cambiar de disco", aseguró-, pero matizó que trabajará para que al congreso acabe presentándose una lista única. Y admitió que el que encabezase esa candidatura de consenso no tendría que ser Cuiña necesariamente.
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