Rabo a cola
Menudo calor que sufrimos, esto es inhumano. No quiero ni pensar en lo que nos queda por pasar en la etapa de mañana. Más de 200 kilómetros con estas temperaturas se hacen muy muy largos. Ya lo contaré si sobrevivo (eso espero).
Estos días hay más actividad en la cola del pelotón que en la cabeza. Más de una vez cuando bajo al coche a por agua me siento como los inmigrantes cuando van a la fila de la policía para regularizar sus papeles. Prometo que no exagero cuando comparo la necesidad que tienen ellos de esos documentos con la desesperación con la que buscamos los deseados botellines de agua fresca.
Y en cuanto al proceso en sí de la recolección de bidones es como cuando estás en una de esas colas anárquicas que puedes disfrutar a la hora de facturar en cualquier aeropuerto africano. Búscate la vida que yo haré lo mismo, ese es el lema.
Tú te apartas a una esquina del pelotón, te dejas caer al fondo del grupo y levantas la mano, a poder ser con un botellín vacío entre los dedos. Antes habrás avisado por el pinganillo de que vas para allí, pero también el juez lo dirá por radio-vuelta. Rabo a cola de pelotón si vous plait. Pero observas que no eres el único, que siempre hay alguno que se te ha anticipado, así que toca esperar. Y mientras esperas llega otro, pero resulta que su coche le ha tomado la delantera al tuyo, así que se te cuela. Bueno, no pasa nada, sigo esperando. Y viene otro y lo mismo. Así que anticipándote a eso de sentirte el tonto de la película, pasas a la acción y buscas tú directamente a tu coche. Mientras tanto te pasarán por derecha e izquierda más corredores-camello cargados con numerosas borrachas del preciado líquido.
Una vez cargado (dos en la bici, tres en los bolsillos traseros y todos los que puedas en la chepa) comienza la operación reparto, sin duda la más dura de todas las fases del asunto. Consiste en remontar al pelotón por un lateral repartiendo uno a uno los botellines entre tus compañeros. Al grito de service, service vas pidiendo paso en el grupo. Normalmente te lo dan, pero en los momentos críticos no hay amigos, así que volverás al antiguo lema, búscate la vida. Lo mejor (aparte del agua fresca, claro está) es el alivio que vas sintiendo en tu cuerpo conforme te vas quitando el peso de encima. Que tres o cuatro kilos en los hombros unido al esfuerzo que estás haciendo no es ninguna tontería. Y así termina la historia, aunque poco durará la alegría, porque si antes no la has bebido, comprobarás que en cuestión de diez o quince kilómetros estará ya el agua cerca del punto de ebullición. Así que vuelves a echar mano del pinganillo: Rabo a cola de pelotón si vous plait. Y vuelta a empezar.
Pedro Horrillo es ciclista del Rabobank.
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