Expulsión de un paraíso
En Cuarta Pared, de Madrid, Provisional Danza ha puesto su mejor obra coral: Piel, de Carmen Werner, donde se baila con fuerza y éxtasis. Tres hombres y dos mujeres están en un amplio interior con vistas y cuadros abstractos a lo Rothko. Son bobo's que se lo montan sin límites de puertas adentro, profesionales que pregonan informalidad, crean empresas virtuales y estructuras horizontales hipercomunicadas. No conocen la piedad y adoran la química moderna.
El jueguecito de salón es duro: sexo (dominación y contemplativo: uno de ellos hace fotos), champán y electrorock; también se oye Bach, Purcell y Farinelli (el barroco da un toque ritual al guateque techno) y del exterior viene un diálogo en off incomprensible; después de varias rupturas suenan Einstürzende Naubauten y Mash?ta. Laibach pone lo antisacro: coro salido de la máquina, voz humana como materia degradable. La estética de refinada podredumbre y el trepidante pensamiento que cae en picado traen a colación a Bret Easton Ellis (American Psycho, Glamourama): cualquier cosa menos compadecerse. Solos desgarrados, dúos retadores con mirones que tiran cantos, percuten y dañan como palabras gruesas.
El impactante dúo que bailan desnudos Carmen Werner y Manuel Rodríguez (joven debutante lleno de energía y posibilidades, con la lógica falta de matices en el desarrollo de las frases) es el momento más elevado; no es un fin sino un comienzo; Adán y Eva con un dibujo corporal nítido en un nudo de complicidad. De allí parte un desenlace abisal: expulsados de su propio paraíso.
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