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El que no corre huye | CULTURA Y ESPECTÁCULOS
Columna
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'Tatus'

Me han contado de la existencia de un grupo llamado Me Dais Poca (cómo han aprendido a pedir los jóvenes) que canta una canción que dice "Te queda mal el piercing". Es lo que me alegra del rock and roll aunque sea pop, que no pierde ese afán de denuncia, de estar al cabo de la calle y de decir verdades. Pues claro que sí, hay gente a la que los pirsins y los tatuajes les quedan como a un Cristo dos pistolas, pues se dice. Nos creíamos que Sid Vicious era el más punk y mucho dar caña a la reina, pero no tenía redaños para decir a los fans que se quitaran los imperdibles porque se les estaba oxidando la oreja, tíos bobos. Nos hemos acostumbrado a ver los cuerpos decorados y las narices perforadas y se nos ha olvidado cuando al niño se le infectó el pirsin de la lengua o cuando a la otra no le pudieron poner la epidural por culpa del tatu de la espalda. Y mira que no hace tanto, que el que llevaba tatuajes hace quince años o era legionario o había tenido alguna cosa carcelaria. Ahora en cualquier sitio donde hay gente sin camiseta se ve una competición de tatuajes. Lo deberían anunciar en los flyers de las discos playeras: "Bananas. Fiesta en la playa. Entrada reducida de 4 a 6. Gogós, performances y exposición de tatuajes al amanecer". Y entre ¡mira qué chanclas! y ¡mira qué tatu! se pasarían las horas muertas.

Lo premiamos por original y por honesto, mucho más que lo de llamar Romeo o Brooklyn a tus hijos para que los 'tatus' queden monos

Yo, por pura investigación, he salido a un after al aire libre (un bar que abre a las siete y que es open air) y se ven pieles dibujadas para todos los gustos. Dejamos aparte las docenas de tatuajes de animalillos y tribales en brazos, hombros, piernas y riñones, que significan que son de catálogo y que se los han hecho porque si no se decidían se les pasaba la cita y hasta dentro de dos meses a ver qué me tatúo yo y dónde. Vamos a lo impactante: 1. Un pitufo a tamaño natural con una bandera del Betis en un bíceps. 2. Las fotos de los parientes, en plan libro de familia, encajados en un marco de celuloide de cine cubriendo la espalda. 3. Letras góticas del tamaño de un puño mío componiendo la palabra "Pedro" cruzando los abdominales. Suponemos que es el nombre del dueño del cuerpo, así que lo premiamos por original y por honesto, mucho más que lo de llamar Romeo o Brooklyn a tus hijos para que los tatus queden monos, que hay que ser más sencillo, señorito Beckham. Y, además, le premiamos por práctico, porque cuando la barriga crezca se puede añadir al tatuaje la palabra "taller" y se consigue un económico dirigible que Pedro podrá usar como soporte publicitario para su negocio.

Ahora bien, hay que mencionar el tatuaje que de haber sido visto sería, con mucho, el mejor, y aun dudando de su brillantez artística, por lo increíble del tema. Porque, ¿qué se tatúa uno para siempre? Algo que es del agrado de uno: delfines, clásicos amores de madre, palabras chinas que lo mismo quieren decir "dragón de fuego" que "salsa agridulce", nunca lo sabremos. Pero éste se planteó ¿qué es lo que más me gusta? la carne en salsa. Y eso se hizo tatuar. Un plato de carne en salsa.

Refresco del día: pensar en la posibilidad de que alguien diseñe un sistema para poder borrar los tatuajes que no nos gustan y poder redecorar España y alrededores. A un buen precio, aunque haya que montarlo uno en casa, evitaría esos feos manchurrones que dejan los nombres de antiguos amantes tachados que nos habíamos tatuado cuando los queríamos para siempre.

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