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Filmoteca de verano | GENTE
Columna
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Olor a césped recién cortado

Uno de los ruidos más característicos y conmovedores del verano es el del cortacésped. En función del horario que practique el jardinero, aficionado o profesional, su estridente zumbido puede despertarte a una hora intempestiva, fastidiarte una babosa siesta o reconfortarte cuando, al pasar ante un césped en perfecto estado, esnifas el adictivo aroma de la hierba recién cortada. En su indispensable enciclopedia Historia de las cosas, Pancracio Celdrán cuenta cómo, hace un par de siglos, cuando empezaron a ponerse de moda los campos de golf, se utilizó un cortacésped animal: un rebaño de ovejas. Afortunadamente, la tecnología evolucionó, y aunque no todos conseguimos desarrollar la destreza de Eduardo Manostijeras a la hora de podar, sí podemos enfrentarnos a la tarea de cortar el césped con la máquina adecuada. Escribe Celdrán: "El triunfo definitivo de esta máquina vino de la mano del norteamericano Edwin George, que en 1919 instaló en una segadora mecánica manual un rodillo y cuchillas que se accionaban mediante motor de gasolina, un motor que cogió de la máquina de lavar de su esposa, con gran enojo de ésta".

A medida que multiplica su coeficiente intelectual, también aumenta su éxito con las mujeres

No consta si el enojo de la señora George degeneró en violencia y terror, pero la película El cortador de césped sí explotó deliberadamente estos elementos tan taquilleros. Cuando se estrenó, en el olímpico año de 1992, se dijo que se trataba de una adaptación de un relato de Stephen King, aunque en la edición del DVD que se comercializa actualmente no hay rastro del escritor, lo cual hace suponer que, con buen criterio, King quiso mantenerse al margen del resultado final. La película, no obstante, tiene el mérito de haber sido de las primeras en tratar, desde un punto de vista espectacular y muy comercial, los riesgos de la realidad virtual y de la experimentación con inteligencias artificiales, que siempre suelen tropezar con el límite de las estupideces naturales. ¿Qué tiene que ver todo esto con el cortacésped? Ahora se lo cuento. El protagonista de la película es un joven retrasado, cortador de césped profesional, que es explotado por su jefe, humillado por los chulos del barrio y reprimido por un párroco fundamentalista. Todos se aprovechan de su fuerza bruta y de su falta de mala fe y el pobre chico va recorriendo los jardines de las urbanizaciones cortando el césped con una preciosa máquina fabricada por él mismo.

Uno de esos jardines es el de un científico más o menos genial que, al igual que el doctor Frankenstein, pretende transformar al limitado cortador de césped en una lumbrera intelectual. Casi lo consigue. A base de estímulos neurotrópicos inyectables y con mucho efecto especial y delirio cromático, consigue que el chico desmienta lo que decía al principio de la película: "Yo nací tonto". Al final, eso sí, se vuelve majara perdido. En un contexto de conspiración gubernamental, el científico intenta potenciar las aplicaciones positivas del proyecto, pero descubre que los malos lo enfocan de cara a la industria armamentística. Mientras tanto, el joven compagina sus experimentos con su trabajo de cortador de césped. A medida que multiplica su coeficiente intelectual, también aumenta su éxito con las mujeres, algo que no siempre ocurre en la vida real. La propietaria de un hermoso jardín, una viuda rubia y propensa a darle a su cuerpo alegría Macarena, le dice: "Sabes que estoy deseando que me cortes el césped muy pronto". Es una frase de película porno, ya lo sé, pero, aunque no lo parezca, El cortador de césped tiene mensaje. Es una reflexión sobre los peligros de la utilización de esa parte del cerebro que, desde siempre, nos han dicho que no usamos. Por algo será.

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