El Tau, cantera de la NBA
Cuatro ex jugadores del equipo vitoriano, incluido Calderón, han saltado a la Liga norteamericana
Los motores del avión retumban mientras sobrevuela las montañas de Ecuador. Dentro, varios pasajeros se reparten sus 14 asientos satisfechos de que 100 dólares cambiando de manos no les hayan dejado en tierra en el último minuto. "Sobre todo, no mire hacia abajo", avisa un viajero experimentado al que se sienta a su lado, Alfredo Salazar, secretario técnico del Tau de Vitoria, que ya ha visto la pista de aterrizaje, que termina en un barranco. Su misión en aquel aparato: conocer a Luis Scola, un baloncestista argentino que le han recomendado. El resultado de la aventura: ocho años después, Scola ha sido el mejor jugador de la última Liga ACB y sueña con marcharse a los Spurs de San Antonio, de la NBA.
"Entrenamos a todos individualmente. Les grabamos, los analizamos", explica Salazar, secretario técnico
Nada raro tratándose de un jugador del Tau. Fabricio Oberto, que acaba de fichar precisamente por el equipo de San Antonio, llegó a España a través del club alavés. Como el argentino Andrés Nocioni, que lleva un año jugando en los Bulls de Chicago. La lista, sin embargo, no termina ahí: José Manuel Calderón, el base, acaba de fichar por los Raptors de Toronto. Y Arvidas Macijauskas, Mache, el tirador infalible, se ha comprometido con los Hornets de Nueva Orleáns. Pronto, quizás la temporada que viene, se les unirá el brasileño Tiago Splitter, el prometedor y espigado pívot del equipo, de 21 años. El Tau parece la cantera de la NBA.
"En el Tau, los jugadores hacen trabajo de universidad", explica Salazar, que ya se ha acostumbrado a que una veintena de ojeadores de la Liga norteamericana observen, todos en la misma esquina, sus partidos. "Entrenamos individualmente a los jugadores, les ponemos vídeos de sus últimos partidos, les grabamos las sesiones y los analizamos. Aquí, el trabajo no se discute. Todos sabemos a lo que se viene y que el trabajo es lo que marca la diferencia entre ser un top y los demás", añade. Y en el Tau trabajan todos. Macijauskas llegó tras ganar el oro con Lituania en el Campeonato de Europa de 2003. Bajo su melena rubia se escondía un tirador espectacular, un jugador decisivo en los finales de partido. No era suficiente. "Después de entrenarse durante dos horas, Macijauskas se quedaba solo practicando tiros. Gritaba de dolor. Se tiraba el balón adelante. Hacía un sprint de cinco, diez metros, y tiraba. Por eso es tan bueno", dice Salazar.
No es el único exigido al máximo por los técnicos del Tau. Calderón, el jugador de moda, un base alto y atlético, inició su vinculación al club a los 14 años. Se marcha a la NBA con 24. En medio, sesiones interminables de entrenamiento individual y solitario, todas las mañanas, con Salazar y otros técnicos como únicos testigos. "Calderón se lo ha currado para avanzar", afirma Salazar. También ha llorado. "Era un chico que lo hacía todo bien, por difícil que fuera lo que le pidieras. Un día, desesperados porque no conseguíamos que fallase, le apretamos mucho. Él se fue llorando porque salió medio muerto. Pero volvió", continúa; "con él tuvimos que hacer mucho trabajo individual, de manejo del balón, porque le veíamos de base y él quería jugar de dos".
Huérfano de casi todas sus estrellas, emigrantes de lujo en la NBA, el Tau no renuncia a la filosofía implantada por Pepe Laso, pionero en la enseñanza de los rudimentos básicos del baloncesto. Y Splitter, al que Salazar vio por primera vez en una isla de Chile, no se escapa a la tradición. "Cuando estaba cedido en el Bilbao, cogía un autobús para entrenarse solo el sábado y el domingo. Daba igual que hubiera trabajado toda la semana con su equipo. Eso se da por supuesto", insiste Salazar, acostumbrado a descubrir talentos con potencial para la NBA, responsable de haber fichado tantas joyas a bajo precio. Su mercado: Argentina, Brasil, o Venezuela. Su secreto: comprende por qué las futuras estrellas van a Vitoria: "Nosotros buscamos centímetros y talento. Y allí los hay. Son países con hambre en los que los jóvenes están dispuestos a cualquier cosa, a arriesgarlo todo. Estudiar no les sirve de nada".
Tu suscripción se está usando en otro dispositivo
¿Quieres añadir otro usuario a tu suscripción?
Si continúas leyendo en este dispositivo, no se podrá leer en el otro.
FlechaTu suscripción se está usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PAÍS desde un dispositivo a la vez.
Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripción a la modalidad Premium, así podrás añadir otro usuario. Cada uno accederá con su propia cuenta de email, lo que os permitirá personalizar vuestra experiencia en EL PAÍS.
En el caso de no saber quién está usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contraseña aquí.
Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrará en tu dispositivo y en el de la otra persona que está usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aquí los términos y condiciones de la suscripción digital.