Cogida de Antonio Barrera

Antonio Barrera, sustituto del anunciado César Rincón, sólo pudo para su desgracia aprovechar la oportunidad que se le presentó. Tras recibo con larga cambiada al quinto de la tarde, que hizo rugir a los aletargados tendidos, y ya de pie y toreando a pies juntos, sufrió una espectacular voltereta que le impidió continuar la lidia. En la enfermería se le apreció un puntazo en el tórax del que le estaban atendiendo, para su posterior traslado a un hospital y realizarle una inspección radiológica por posible fractura de clavícula. Su pronóstico es menos grave.

En el único que estoqueó sólo pudo dejar pinceladas de su talento en dos series por redondos que fueron aclamadísimas. Pasado este punto se apagó el toro, murió el toreo y se acabó lo que se daba.

El primero de El Juli pareció salir de una taberna más que de un chiquero. A dos carreras ya tenía el clásico trastabilleo del que está de jota hasta las tantas. Le devolvieron. El bis resultó un bartolo de idas y venidas a boca abierta y a trotecito lento. El diestro madrileño no lleva una temporada ni para trotecitos lentos ni para pasitos quedos. Todo cuanto realizó careció de gusto, de sensibilidad, de arte... Ventajista en el abuso de la herramienta, jaleó los tendidos a base de gestos, muecas y adornos. Fue en su segundo cuando plasmó repertorio de faena clásica de galerista triunfalista de máster. En el que estoqueó por el lesionado Barrera lució más entonado.

Eduardo Gallo se amontonó trapeando a la verónica en el saludo capotero que dio a su primero. Solventó la inoperancia del toreo fundamental a base de faroles. Es lo apropiado. ¿Que no se sabe torear? Pues se hace de farol. La principal virtud que acompaña al joven diestro es la del tesón a jornada completa. Afincado a la pala de los pitones, su trasteo resulta distante, sin justeza ni ritmo, donde abundan los adornos en exceso. Sin salirse del guión brilló más en el que cerró festejo.

Cuando al final del ferial donostiarra se hagan los números, las estadísticas reflejarán un descenso de espectadores con respecto a otros años. Se esgrimirán precios, modas, nuevas tendencias de expresión del esnobismo social por lucir moreno, modelos y complementos. Todo menos que el bostezante festejo actual, que nada tiene que ver con lo que se conoce como una corrida de toros, es el causante de los abandonos. La falta de toro y la estética plástica de la actual torería acaban con la afición.