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¿Con qué soñará Sharon?

Eduardo Madina

Tras el declinar de la segunda intifada, la muerte del presidente Arafat y las votaciones, el 16 de febrero de 2005, del plan de desconexión de la franja de Gaza en la Knesset, el conflicto árabe-israelí había salido prácticamente de nuestras pantallas. Han sido las imágenes de los colonos judíos, desalojados por la fuerza a manos de su propio ejército, las que nos han recordado de nuevo que en Palestina sigue existiendo un conflicto de intensidad elevada y raíces profundas.

Gaza es un mísero arenal con escasos recursos de agua, una porción dolorida de tierra, estéril en su mayoría, en la que se amontonan más de un millón y medio de árabes, conformando la zona del mundo con mayor densidad de población y con una tasa de desempleo cercana al 60%. La colonización ilegal de la franja comenzó tras la guerra del 67. Casi cuatro décadas después, Sharon decide desvincular Israel de su presencia ilegal en esta parada obligatoria del camino más directo hacia el infierno.

Los asentamientos ilegales de Cisjordania son la clave para la solución del conflicto palestino-israelí
Con la desvinculación, Sharon ha conseguido una demostración interna de fuerza ante su propio pueblo

Gaza es el epicentro de las facciones radicales palestinas; allí Hamas y la Yihad Islámica tienen mayoría de adeptos y novedosas fórmulas de conversión de la miseria en odio asesino. La represión israelí se convierte rápidamente en una enorme cola de captación de voluntarios dispuestos a hacer estallar su vida. Si en el Corán, el profeta decía que el paraíso estaba a la sombra de los sables, en Gaza, los extremistas dicen que está en un autobús de Jerusalem o en cualquier control militar de Cisjordania.

Con la desvinculación, Sharon ha conseguido una demostración interna de fuerza ante su propio pueblo. Con gran oposición entre los ultraortodoxos, la elite de la sociedad israelí, ha sabido llevar adelante un plan por el que cerca de 8.000 colonos saldrán de los asentamientos de Gaza rumbo a un destino incierto en muchos casos, pero subvencionado desde las arcas de la Administración norteamericana. No resulta sencillo adivinar el conjunto de razones que han llevado al primer ministro israelí a evacuar la zona y romper así con el gran proyecto religioso y filosófico mediante el cual, los judíos estaban destinados a ocupar y generar riqueza en esa tierra entregada por Dios al pueblo elegido.

No sabemos bien porqué Sharon ha decidido complicarse políticamente la vida y verse por debajo de Benjamín Netanyahu en las encuestas de valoración. No sabemos porqué el primer ministro ha decidido pasar a la historia, para muchos ortodoxos, como el mayor traidor de Israel.

En cualquier caso, faltan pocos días para ver imágenes de fiesta palestina en la franja de Gaza. Falta poco para que las facciones radicales empiecen a vender que la retirada es consecuencia de la resistencia palestina y sus acciones armadas de presión contra el ejército y los asentamientos.

Es posible que, en cierto modo, las dificultades en las que se encontraban los colonos por la extrema violencia de la zona hayan sido un elemento a tener en cuenta en la decisión de Sharon. Sin embargo, Israel continúa con el control de las fronteras de Gaza, incluyendo la frontera sur con Egipto. La desvinculación no significa que el espacio aéreo de la zona descolonizada no siga bajo vigilancia del ejército israelí. La retirada no deja fuera de control la salida al mar, que seguirá delimitada por una barrera de patrullas militares y que continuará impidiendo a los pescadores palestinos salir más allá de 20 millas de la costa para buscar nuevos bancos de peces y dinamizar así la destrozada economía de la zona. El aeropuerto del sur de Gaza seguirá cerrado. Sharon dice que este es un asunto a negociar en la mesa del proceso de paz, y el desarrollo económico de la zona quedará, con todo, asfixiado por el control carcelario que llevará a cabo Israel.

De la misma manera, Sharon consolida con la retirada de Gaza la categoría de "territorios israelíes innegociables" para sus asentamientos ilegales en Cisjordania. Los mismos asentamientos que se comprometió a evacuar en la cumbre de Aqaba, celebrada el 4 de junio de 2003 entre George Bush, Mahmud Abbas y el propio Sharon, bajo patrocinio del rey jordano Abdalá II. Los mismos asentamientos que, desde el 15 de abril de 2004, Sharon consiguió que fueran garantizados por Bush como territorios innegociables, momentos antes de presentar su plan de evacuación al mundo. Estos asentamientos son la clave de la resolución del conflicto, zonas prósperas en su mayoría, con recursos de agua (elemento clave en la región) y geográficamente estratégicos en la conformación del futuro Estado palestino. Allí viven 250.000 judíos, en los territorios blindados por Sharon como innegociables ante la Administración norteamericana a cambio de la salida de Gaza.

La desvinculación de la franja es un paso importante, un elemento que podría devolver a las partes a la mesa de negociación y que podría servir para que el presidente palestino consiguiera el compromiso de los extremistas de permitir un nuevo esfuerzo de negociación para la paz. Pero, al mismo tiempo, podría ser una pista sobre los sueños más oscuros de Sharon: ver a los palestinos confinados y reducidos en la franja de Gaza, condenados para siempre a un trozo vigilado de tierra en una esquina de la nada.

Eduardo Madina es secretario general de las Juventudes Socialistas de Euskadi y diputado del PSOE.

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