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Crítica:SAN SEBASTIÁN | CULTURA Y ESPECTÁCULOS
Crítica
Género de opinión que describe, elogia o censura, en todo o en parte, una obra cultural o de entretenimiento. Siempre debe escribirla un experto en la materia

Faltos de raza toros y toreros

No aprovechó la ocasión Eduardo Gallo de "comerse" a Enrique Ponce y a quien estuviera delante. Le tocaron en suerte los dos mejores toros, en especial su primero, que hacía tercero de la tarde. Tenía la ocasión pintiparada para hacerlo. Incluso con la aparatosidad de kilos que vasculó su segundo, con 645 kilos. Y el torero no dio la talla. La faena a su primero dejó algunos pases limpios, suaves, y en otros momentos exhibió temple y mando. Sin embargo, no se cruzó en ningún momento. Le sobró frialdad y le faltó hondura. Su primer toro reclamaba una faena profunda, llena de sentimiento y torería. Por lo visto, por el momento el joven torero de Salamanca no posee esos atributos básicos para llegar a ser figura del toreo.

Garcigrande / Ponce, Perera, Gallo

Toros de Garcigrande, en general con poca fuerza, descastados; noble y dulce, el 3º; manejable, el 6º, que sustituyó a uno devuelto. Enrique Ponce: dos pinchazos y estocada desprendida (silencio); pinchazo -aviso-, media estocada y descabello (aplausos). Miguel Ángel Perera: estocada (ovación); estocada corta desprendida (silencio). Eduardo Gallo: estocada corta (aviso) y tres descabellos (ovación); estocada caída (ovación). Plaza de Illumbe, San Sebastián, 15 de agosto. 2ª de feria. Más de media entrada. Se guardó un minuto de silencio en memoria de Manolo Vázquez.

Tampoco Miguel Ángel Perera salió a decir "aquí estoy yo". En su primero, luego de lancear y trazar un quite por chicuelinas potables en las dos suertes, la faena no rayó a la debida altura. Fraguada esa faena por las dos manos, en algún momento ligó los pases, mas nunca llegó a cruzarse. Toda su labor resultó demasiado fría, sin llegar a meterse en el laberinto mágico de la faena. En su segundo siguió con el fervor átono, tan poco propio de los buenos toreros.

Enrique Ponce en su primero alternó el simulacro de pases y la pantomima de muletazos. En su segundo dio la impresión de que acababa de montar la oficina del pase insulso y/o baladí. ¡Qué dirán sus incondicionales palmeros! ¿Habrá que echarle la culpa a la mermelada del desayuno que le sirvieron en el último hotel? Empero, más en serio, digamos que la actuación de ayer de Enrique Ponce haría llorar a un ojo de cristal.

Con todo, es más imperdonable lo que dejó de hacer Eduardo Gallo al tercero de la tarde. Tenía que haberse "echado a los lomos del toro". Tenía que haber salido por la puerta grande. ¿Qué pasó? ¿Estaría pensando en la arquitectura plateresca del siglo XVI?

El toreo hondo está en la rosa; y en el toreo mentiroso esa rosa no pasa de ser una rosa artificial. ¡Vaya diferencia!

Para que la corrida de ayer fuera para olvidarse, el presidente de la plaza cometió el error de devolver al sexto de la tarde porque era manso. El reglamento no dice que se deba devolver toro manso alguno. Ya que los que conforman los reglamentos saben, o creemos que saben, que un toro manso es una parte muy importante de la fiesta de los toros. Ver su comportamiento, por mucha mansedumbre que gaste, es algo que nunca se debe privar a los públicos de ver. Con un toro manso se aprende a conocer dónde está el valor y la capacidad de los toros bravos. De ahí que nos parezca un craso error la devolución de ese toro con "pecado" de mansedumbre más o menos manifiesta.

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