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Pie de foto / 23 de abril de 2005 | CULTURA Y ESPECTÁCULOS
Columna
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Dentro del armario

Juan José Millás

Estuve una semana soñando con esta mujer que se manifestó en el periódico a finales de abril, el Día del Libro. Apareció en color, a toda página, aunque ustedes la vean ahora en blanco y negro: mala suerte. Su cuerpo era rubio como la cerveza, como el pan recién horneado, como el trigo. Añada usted los tópicos que se le ocurran, todos le sientan bien. No fuimos capaces de decidir si se trataba de un territorio o un mapa. Quizá eran las dos cosas a la vez. ¿Acaso no son reales sus accidentes geográficos? ¿No son ciertas esas manos que se cruzan a la altura del pecho con un alboroto de plumas? ¿No es innegable la erupción de esa garganta que se resuelve en una carcajada? ¿No es verdad el compás de las piernas? ¿No tiene, en fin, todo lo que debe tener un territorio, incluso todo lo que debe tener una patria?

Pero era, al mismo tiempo, un mapa, es decir, la representación gráfica de algo, de un sueño en este caso. ¿A ustedes no les gusta mirar esos mapas de la ciudad en los que aparece un punto rojo con una leyenda que dice "usted está aquí"? Es mentira, uno no está ahí, sino aquí; usted no se encuentra en ese lado de la realidad, sino en éste. Pero proporciona un alivio inexplicable verse representado en un contexto comprensible. Si es cierto que yo estoy aquí, a este lado está la catedral y a este otro El Corte Inglés y un poco más allá vive mi madre. De súbito, tienes un lugar en el mundo. No digo que la vida adquiera sentido, porque la vida es absurda con mapas y sin mapas, pero los mapas ordenan el absurdo, lo jerarquizan, lo articulan. Ahora sabes en dónde aparecerás si giras a la derecha y dónde si tuerces a la izquierda.

Pues bien, nosotros estamos ahí, en esa habitación, escondidos dentro del armario, observando a la mujer por el ojo de la cerradura. Y es como si en vez de ver a una mujer estuviéramos viendo la representación de un sueño adolescente. Nos metimos en ese armario al cumplir los 15 años y aún no hemos salido de él. Parece que estamos aquí, en este lado de la vida, pero seguimos ahí, esperando que llegue la mujer rubia que se desnuda sin prisas y abandona la ropa interior sobre la cama antes de mirarse en el espejo, antes de mirarse en nosotros. Luego desaparecerá por la puerta del cuarto de baño, pero regresará enseguida y se acercará al armario en el que estamos escondidos, y lo abrirá, aunque no nos verá, o fingirá que no nos ve. Mientras escoge la blusa, la falda, las medias, las braguitas y el sujetador, nosotros la observaremos no como el que mira un cuerpo, sino como el que estudia una patria en la que le gustaría pasar el resto de su vida. Cuando la mujer salga de la habitación, quizá abandonemos el armario un rato para hacerle la cama y recoger su ropa sucia y ordenar sus zapatos.

La mujer anunciaba relojes; curiosamente, relojes adolescentes. A alguien debió de parecerle políticamente incorrecto este anuncio, pues no volvió a aparecer, pese a que fuimos muchos los que nos compramos un Swatch por su culpa. La página en la que se manifestó, y que conservo como un fetiche, posee las virtudes de un microclima. No importa el tiempo que haga fuera. Dentro siempre se está a la temperatura ideal porque esa página tiene también algo de útero.

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Sobre la firma

Juan José Millás
Escritor y periodista (1946). Su obra, traducida a 25 idiomas, ha obtenido, entre otros, el Premio Nadal, el Planeta y el Nacional de Narrativa, además del Miguel Delibes de periodismo. Destacan sus novelas El desorden de tu nombre, El mundo o Que nadie duerma. Colaborador de diversos medios escritos y del programa A vivir, de la Cadena SER.

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