Aburrimiento a galope
Hay muchas cosas aburridas en la vida. Una de ellas, una corrida de rejones como la de ayer. No vale siquiera apuntar algunas florituras, tales como que uno o dos de los caballos que salieron eran en algún momento como una sombra densa, o que sus cascos parecían rápidas gaviotas. Nada. Aburrimiento llevado al cubo.
Sólo cabe destacar la actuación de Leonardo Hernández en el primero de la tarde. En ese toro se puede aducir que no sólo Pablo Hermoso de Mendoza es el que torea a caballo. También lo hace Hernández. En la labor de ese toro destacó su sobria eficacia. En las banderillas cumplió con creces. Con los garapullos cortos se puede calificar de alta calidad. Mató bien. En su segundo, cuarto de la corrida, las banderillas las colocó muy mal, exceptuando una de ellas, que la ejecutó de forma soberbia. Mató mal.
Galache / Hernández, Cartagena, Domínguez
Toros de Galache de Hernandinos: desmochados para rejones. De juego desigual. Leonardo Hernández, rejón (oreja); pinchazo, rejón caído y dos descabellos (ovación). Andy Cartagena, rejón trasero y caído (aplausos); pinchazo y rejón desprendido (ovación). Sergio Domínguez, rejón trasero (ovación); dos pinchazos y descabello (aplausos). Plaza de Illumbe, primera de feria. Media entrada.
Andy Cartagena toreó a bastante distancia. En su primer toro una banderilla se le fue por los cerros de Úbeda. Falló en un intento de poner banderilla al violín y, para redondear lo discreto en la labor de ese toro, mató de un rejón trasero y caído. En su segundo se demoró, a veces, en demasía, y estuvo muy pendiente de la labor de sus subalternos. Su actuación cabe calificarla como irregular y un tanto deficiente o, si se quiere, poco brillante. Echó mano de los recursos circenses, provocando que el caballo doblara las patas delanteras. Todo ello hecho muy lejos de la cara del toro. O sea, un frufrú insulso. Es verdad que el toro, el peor del encierro, tenía muy poca calidad.
Al joven Sergio Domínguez se le notó una cierta inexperiencia, en especial, cuando creyó que había matado estupendamente a su primer toro. Siguiendo esa creencia se tiró del caballo como un poseso: parecía como que le iba la vida en ello. Y el toro no caía. Y el toro no caía. Y el toro tardó en caer. Como punto a destacar, la ejecución de las banderillas cortas en su segundo toro. Las tres las puso rápido y muy bien. Pero es joven y tiene un mundo galopero por delante.
En toda corrida de rejones siempre está presente el rejoneador Pablo Hermoso de Mendoza. En particular, cuando torea él, porque para eso es el número uno. Y cuando no está él porque automáticamente el espectador busca elementos comparativos de tales o cuales rejoneadores con la figura del navarro. Eso, por un lado, es muy reconfortante para el propio Hermoso de Mendoza, pero también es cierto que a la vez la exigencia cuando él está en el coso se acrecienta a cotas máximas.
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