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Crónica:ATLETISMO | Campeonatos del Mundo de Helsinki
Crónica
Texto informativo con interpretación

El 'factor Webb'

Arturo Casado, feliz por su puesto, aunque reconoce que estaba "demasiado atrás" cuando atacó el estadounidense

Carlos Arribas

Alan Webb es un atleta de 22 años bajito y cabezón que saltó a las páginas de los periódicos especializados de Estados Unidos cuando batió el récord escolar de la milla de Jim Ryun. Fuera de su país, el mundillo del atletismo le conoció un poco mejor el año pasado, cuando, a pesar de sus grandes marcas en las reuniones, llegó a los Juegos Olímpicos y exhibió un absoluto desconocimiento de las leyes tácticas. Resumió su fracaso con una sola palabra repetida tres veces. "Soy estúpido, estúpido, estúpido", dijo; "no volveré a repetir estos errores". Lo que, en el fondo, y así lo interpretaron los sabios, significaba sólo una cosa: no sabemos si volverá a correr mal, pero seguro que se hará notar en las carreras de los Mundiales, que en el fondo es lo que le gusta. Esta afirmación constituye la base del factor Webb, del peso desmesurado del norteamericano en cuantas carreras participa. También, ayer.

Estévez: "Cuando he visto que no tenía fuerzas, lo mismo me daba un puesto que otro"

Este factor lo conocían todos los participantes, lo esperaban. También los españoles. Todos sabían lo que iba a pasar. Ninguno estaba preparado para ese momento. Quizás porque el propio Webb se supera en desmesura en cada una de sus intervenciones. Quizás porque ni él mismo se esperaba la violencia brutal de su ataque a falta de 600 metros, cuando en dos zancadas se puso cinco metros por delante de un atónito Estévez.

Ante el factor Webb cada uno de los tres españoles reaccionó de manera distinta. Ninguna de ellas plenamente satisfactoria para ellos mismos.

Arturo Casado, el chico del futuro, acabó quinto. Acabó feliz, pero... "Muy contento", dijo; "estoy muy contento. Ser quinto en un primer Mundial no está nada mal, ¿no? Lo que pasa es que..." Casado tiene 22 años y luce una figura imponente, seria, sobria, sin palabras de más. Hay que hurgarle un poco para que entre en los terrenos que prefiere no tocar. "Lo que pasa es que, sí, estaba descolocado cuando el ataque de Webb. Estaba más atrás de lo que debía", dijo; "fue un cambio brutal que él mismo ha terminado pagando. Y, sí, si me hubiera pillado más cerca, no habría gastado tanto para recuperar y, sí, quizás en la última recta podría haber estado más cerca de las medallas. Pero en todas las carreras se cometen errores. Lo importante es sacar conclusiones de ellos, aprender, y, claro, estar ahí".

Seguir estando ahí. Casado es un hombre que no pierde el pulso por lo que se diga, por lo que se escriba de él. Es un hombre de futuro, un hombre con un plan, que sabe que proviene de un pasado, que tiene que estar a la altura de la historia del mediofondo español. "Lo importante es no romper la tradición", dijo; "y estoy yo, pero también está Álvaro Fernández, y también estará muy pronto el juvenil Álvaro Rodríguez, que viene de Valladolid". Casado, que sabe dónde pisa pese a que medio mundo, y sobre todo los británicos, se ha vuelto loco viéndole correr, que no piensa desviarse ni un milímetro de su camino, de la hoja de ruta escrita por su entrenador, Arturo Martín, ya sólo piensa en las vacaciones. Para 2006 ya le llegará el tiempo de lograr una gran marca, de dejar su huella en los Europeos de Gotemburgo.

"Creí que el de Webb era el tren de las medallas", dijo Reyes Estévez, que se enganchó al acelerado ritmo del norteamericano y lo siguió hasta reventar: "Lo esperaba, esperaba que se moviera, pero fue muy brusco". Aunque sólo tenga 29 años, Estévez, presencia fija en casi todas las finales del decenio, ya ha entrado en la fase de hablar más del pasado que del presente, ya parece más figurante que protagonista. "Esperaba que apareciera Estévez al final", dijo el luso Rui Silva, quien repitió el bronce olímpico, quien se quedó a un pelo de la plata; "me sorprendió no verlo".

No; Estévez, no estaba allí. Estévez, que hasta el inicio de la curva del 200 había marchado allí, desencadenado con todos, estaba muy lejos, descorazonado, sin ánimos para correr deprisa. "Cuando me han pasado en la última curva Silva y Heshko, me he venido abajo", dijo; "no iba cómodo. Y, cuando he visto que no tenía fuerzas para estar con ellos, con los mejores, no me veía ni con ganas, no he querido ni luchar. Que lo mismo me daba un puesto u otro, que lo mismo me daba ser finalista [entrar entre los primeros ocho]... Ya soy un atleta con medallas en los Mundiales

[bronce en el 97 y en el 99]. Tenía ilusión, y más que con rabia me voy con decepción". Estévez acabó undécimo y penúltimo, dos puestos más atrás que el suicida Webb, a quien su propio ataque condenó.

Juan Carlos Higuero, que daba palmas con las orejas por su sexto puesto -sexto tres veces en Helsinki: series, semifinal, final- ya tiene 27 años, pero parece que tiene 22, ni pasado, ni futuro, puro presente. El chico de Aranda nunca ha sido medallista en unos Mundiales, por lo que peleó hasta el final por ser finalista. Y estaba orgulloso. "Pese a que lo esperaba, me sorprendió Webb, como a todos", dijo Higuero; "esperaba que fuera más progresivo su acelerón y me descoloqué. Pero luego creo que he reaccionado muy bien".

Reyes Estévez, en primer plano, con Juan Carlos Higuero, Arturo Casado y el portugués Rui Silva tras él.
Reyes Estévez, en primer plano, con Juan Carlos Higuero, Arturo Casado y el portugués Rui Silva tras él.EFE

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Sobre la firma

Carlos Arribas
Periodista de EL PAÍS desde 1990. Cubre regularmente los Juegos Olímpicos, las principales competiciones de ciclismo y atletismo y las noticias de dopaje.

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