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Reportaje:PERSONAJES

El saharaui volador

Mohamed Elbendir Katari nació argelino en un campo de refugiados, se nacionalizó mauritano y ahora es español y campeón juvenil de 'cross'

Dos meses dan para cambiar una vida. En dos meses, sesenta días, hay tiempo de sobra para decidir que merece la pena dejar de ser argelino y nacionalizarse mauritano. Sobre todo, si el resultado del cambio es que, a la larga, se consigue ser español, atleta de élite e ídolo en el Sáhara. Mohamed Elbendir Katari (1987), pasaporte argelino y corazón saharaui, llegó hace nueve años a Viana de Cega, en Valladolid, para pasar el verano. Allí encontró "un paraíso, una escalera al cielo". Tere y Alberto, sus padres de acogida, le matricularon en el colegio. Un cirujano solucionó sus problemas físicos. Descubrió los pinares que rodeaban el pueblo, espectadores privilegiados de sus carreras, de su larga zancada y de su respiración honda y profunda. Y decidió quedarse para siempre.

El proceso fue largo, costoso y un poco complicado. Primer paso: volvió a casa de sus padres en 2000 y, tras nueve meses de espera repartidos entre el desierto y las montañas del altiplano marroquí, consiguió nacionalizarse mauritano, como su madre. Segundo paso: volvió a España y pidió la nacionalidad española, que le fue concedida por el Consejo de Ministros hace poco más de un mes. Resultado: la selección española de atletismo cuenta con uno de los fondistas más prometedores del mundo, medalla de bronce en los Campeonatos del Mundo y campeón de España juvenil en cross y también campeón de España juvenil en 5.000 metros.

Todo empezó en una jaima con un cuarto adosado, pequeño y construido en adobe. En aquella tienda escondida en un campo de refugiados saharauis en Argelia, Mohamed se entrenó sin saberlo, se acostumbró a apretar los dientes, a sufrir, a la vida dura. "Vivía con mis padres y mis cinco hermanos. Teníamos que andar tres o cuatro kilómetros entre el viaje de ida y el de vuelta para ir a la escuela", explica. "La fuente de agua más cercana también nos quedaba a muchos kilómetros", recuerda con voz seria.

La jaima, la arena y la aridez del campo de refugiados fueron sustituidas por los edificios de ladrillo de Viana de la Cega, por una bicicleta nueva y reluciente y por el televisor que había en su casa de acogida: "Fue increíble. Descubrí un paraíso, una nueva oportunidad, nuevos caminos y un mundo menos duro que el mío". En Viana, arropado por sus 1.300 habitantes -"llegamos a 5.000 en verano", matiza puntilloso-, también descubrió el atletismo. "Empecé a jugar al fútbol, pero el autobús no llegaba hasta el pueblo y no podían recogerme para ir al entrenamiento. Tuve que dejarlo y, en vez de pasarme un año en blanco, mi hermano Javier me animó a que me pusiera a entrenarme, a correr", cuenta. "Me encantó", admite.

Mohamed se apuntó en seguida al club Dar de atletismo y comprendió que tenía un talento especial, que era un sufridor, un rompepiernas amante del vértigo de las carreras rápidas. Entonces decidió tomarse en serio las carreras de fondo. "Llega un momento en el que tienes que adquirir los hábitos de un profesional, aunque no puedas salir. Llevo bien lo de ser una monja de clausura y, como soy musulmán, no bebo alcohol", explica entre risas.

Espigado y delgado, Mohamed sueña con aprender a dominar las carreras como el marroquí El Gerruj, campeón de todo, y con aguantar el sufrimiento igual que Juan Carlos de la Ossa. Ya se ha puesto manos a la obra. "Tengo una zancada grande y me gusta atacar desde el principio porque no soy tan explosivo como otros al final. Cuanto antes me quite a la gente de en medio, mejor", admite sin soñar despierto. "Vivir de esto es duro, difícil. Hay que ser un superclase. Lo primero es hacerme unos estudios, que es para lo que vine a España", argumenta Mohamed, que cursa cuarto de ESO y quiere estudiar Magisterio o Educación física.

Puede que entonces, ya licenciado en España, convertido en profesor, Mohamed decida volver a visitar el Sáhara, su casa y su tierra. Allí podrá gritar a los cuatro vientos lo que piensa, que "Marruecos lleva 30 años ocupando un territorio que no es suyo". Y quizás vuelva a desatarse la locura, como en 2000, cuando volvió a su jaima decidido a acelerar el papeleo que debía convertirle en español. "Me recibieron como si fuera una estrella, un futbolista", evoca; "la gente se arremolinaba a mi alrededor. Aunque se me había olvidado hablar árabe, todos pedían que les contara mi experiencia, miraban con admiración mi ropa de marca y se me echaban encima para ver mi bici".

Mohamed Elbendir Katari, con una bandera castellano-leonesa.
Mohamed Elbendir Katari, con una bandera castellano-leonesa.

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