100 controles sorpresa en dos días
La Federación Internacional de Atletismo intensifica su lucha antidopaje ante los Mundiales
En agosto de 2003, en los Mundiales de París, Kelli White y, con ella, el mundo descubrieron que sufría una enfermedad cuyos síntomas desconocía y que ni sabía cómo se pronunciaba y que llevaba semanas tratándose con un medicamento que ni sabía cómo se llamaba. "Narco... qué? ¿Moda... qué?", le preguntó por teléfono al médico que le aconsejaba para justificar ante la federación internacional (IAAF) la toma de modafinil, un estimulante con el que había dado positivo. Debía explicar que era para tratar su narcolepsia, somnolencia permanente. El caso se habría quedado en anécdota de no ser porque había logrado un doblete único, una gesta de la que ni Marion Jones había sido capaz: ganar los 100 y los 200 metros.
Pocos meses después, otro nombre, aún más complicado, tetrahidrogestrinona o THG, y varios cadáveres excelentes, los de Jones, Tim Montgomery o Dwain Chambers, volvían a dar color a una historia de dopaje que enturbió el atletismo ante los Juegos Olímpicos de Atenas. Aunque judicialmente se ha cerrado -un acuerdo entre los gestores de los laboratorios Balco y la fiscalía estadounidense ha impedido un juicio en el que se habrían descubierto novedades- y deportivamente parece hoja pasada, aún gotea titulares. Como siguen dando juego los controles no pasados accidentalmente por Kenteris y Thánou.
Así que, conocidos estos antecedentes que con tanta saña han manchado la buena imagen del atletismo, estos nombres raros que han ganado más peso en los titulares que los de las estrellas, no es de extrañar que en vísperas de los décimos Campeonatos del Mundo, que comienzan mañana en Helsinki, la IAAF haya desplegado su poder intimidatorio ante los atletas con tentaciones.
De entrada, les ha sometido a un tratamiento de shock numérico. Primero, ha hecho saber que luchará para que en 2007, en la primera revisión del Código Mundial Antidopaje, la sanción mínima por un positivo por anabolizantes o EPO, ahora de dos años, pase a ser de cuatro años. Después, les ha dicho que cuidado a los más de 2.000 participantes. Cuidado, que va a hacer 850 controles, el doble que en París, con lo que casi la mitad va a pasar uno. Y 350 serán por sorpresa, cuando menos los esperen.
El segundo choque que han sufrido los atletas es el de la realidad. Las cosas van en serio, han pensado, cuando han visto que en dos días se han efectuado 100 controles de sangre entre fondistas, mediofondistas, maratonianos y marchadores, los que más se beneficiarían de un dopaje sanguíneo. Si sus muestras, tras un análisis con la máquina Sysmex, que en segundos hace completos perfiles hematológicos, son sospechosas, se pedirán pruebas de orina para un análisis total.
Media docena de españoles concentrados las últimas semanas en Navacerrada también se percataron de la seriedad de la lucha cuando inspectores de la Agencia Mundial (AMA) se presentaron en las alturas madrileñas para someterlos a controles por sorpresa. Y desde los laboratorios anuncian que se analizará la sangre para detectar transfusiones y hemoglobinas sintéticas.
Al lado de estas noticias alentadoras, los responsables de la lucha antidopaje no dejan de reconocer evidentes vallas aún no superadas. El presidente de la comisión antidopaje de la IAAF, Juan Manuel Alonso, se ha reunido estos días con Mario Zorzoli, de la UCI, y Patrick Schasmasch, del COI. Se han intercambiado los últimos datos. Y han constatado, por ejemplo, que el método para detectar la hormona del crecimiento, que, en teoría, se estrenó en Atenas,aún no está operativo. También se han contado las últimas tácticas de los tramposos. Y han sentido impotencia al enterarse de que algunos toman dosis nocturnas de 40 mg. de testosterona y que así su perfil hormonal no cambia y ni se distingue la endógena de la exógena. O de que hay quien se inyecta microdosis de EPO para no modificar su perfil hematológico, para que no se dispare su hemoglobina. O de que los de las transfusiones lo hacen ahora de manera fraccionada, en pequeñas cantidades, para que no cante su hematocrito.
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