Impunidad festiva
Un principio básico acuñado por un viejo maestro del periodismo -no recuerdo su nombre, pero sí sus enseñanzas- proclamaba que el buen periodista debe escribir como si el destinatario del texto fuese un recién llegado a la Tierra e ignorase todo lo que acontece en nuestro planeta, por ejemplo, un marciano. Escribamos para el marciano: "Una importante localidad perteneciente a una próspera comunidad de un país puntero de Europa celebra sus fiestas patronales. Varios días antes, en el mismo municipio, en un concurso de paellas, varias personas han resultado heridas en una trifulca multitudinaria. Los lugareños se barruntan -la policía, no- que, antes de que las fiestas concluyan, se producirán nuevos incidentes. En efecto, unos minutos antes de la medianoche del último día festivo, tres decenas de encapuchados irrumpen en una calle céntrica de la localidad festiva y empiezan a destruir todo lo que pillan a su paso: comercios, cajas de ahorros, bancos, agencias de viaje... Sin prisas, sin pausas, lo importante es hacer bien el trabajo; cuando se ponen a destruir, hay que reconocerles que destruyen con eficiencia y eficacia. Los matones dan por terminada su faena impune unos cuantos minutos después de la medianoche. Han cumplido sin contratiempos su misión. Ni uno solo de ellos ha sido detenido.
Al día siguiente, el alcalde de la vapuleada localidad lamenta los incidentes y se solidariza -palabra vacía de contenido si no va acompañada de actos congruentes- con las víctimas, al mismo tiempo que reclama el cacareado diálogo entre las partes -¿qué partes?- para solucionar el conflicto -¿a qué conflicto se referirá?-. Estos hechos, insisto, marciano, suceden con cierta frecuencia, desde hace decenas de años, en la región que goza del mayor grado de autonomía del continente".
¿Habrá entendido algo el marciano.
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