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Reportaje:

Rebelión sindical en EE UU

La escasa afiliación y la pugna entre las organizaciones dejan bajo mínimos el movimiento sindical estadounidense

El movimiento sindical en Estados Unidos atraviesa una grave crisis que amenaza seriamente su futuro. No sólo se está reduciendo dramáticamente el número de afiliados, que hoy representan el 7,6% de los empleados del sector privado, sino que además las propias organizaciones sindicales se pelean entre ellas. La pasada semana, TeamSters, Service Employees International Union (SEIU) y United Food and Commercial Workers (UFCW), tres de los principales sindicatos del país, rompían sus lazos con la influyente federación AFL-CIO, coincidiendo con su 50 aniversario. El Partido Demócrata no puede ocultar su inquietud.

El sueño americano se apoyó durante décadas en el derecho a tener un trabajo seguro y estable, bien remunerado y que garantizara unos beneficios dignos durante la vejez, y el movimiento sindical jugaba un papel clave para preservarlo. Pero la realidad está cambiando de forma dramática en EE UU y los grupos que defienden los derechos de los asalariados se muestran incapaces de adaptarse a los nuevos retos. La caída en el número de afiliados es un ejemplo.

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Disgusto político

En los años cincuenta, uno de cada tres empleados en el sector privado integraba un sindicato. Hoy son uno de cada doce. Respecto al total de trabajadores, del 20% se ha pasado al 12,5%. En el sector público se mantiene estable, por encima del 35%.

La Convención de la AFL-CIO (siglas en inglés de American Federation of Labor y de Congress of Industrial Organizations) arrancó el pasado lunes en Chicago en medio de un intenso clima de rebelión interna, amargura y confusión. El TeamSters, el sindicato de los profesionales de la carretera (con 1,4 millones de afiliados) y el SEIU, de los empleados de servicios (con 1,8 millones de miembros), anunciaban formalmente que abandonaban la federación alegando profundas diferencias con la dirección de la AFL-CIO. La escisión se agravó el viernes, con el abandono de UFCW -con 1,4 millones de afiliados-, mientras otros cuatro sindicatos amenazan con salirse de la coalición.

Las siete centrales rebeldes suman la mitad de los 13 millones de afiliados que integran la AFL-CIO. "Es una tragedia para los trabajadores, un doloroso insulto", reconoce el presidente de la AFL-CIO, John Sweeney, que a sus 71 años de edad renovó por cuarta vez su mandato en esta convención. Sweeney explicó ante los representantes sindicales que un movimiento obrero dividido "mina las esperanzas de las familias de los trabajadores por una vida mejor" y lo hace más vulnerable en un momento en el que los políticos conservadores del Congreso "están creando la maquinaria antisindicatos más potente de las conocidas nunca en Estados Unidos".

Transformación laboral

James Hoffa, líder del sindicato disidente TeamSters, defiende su actuación afirmando que ha llegado la hora de "reforzar" el movimiento, reclutando a nuevos miembros. Andy Stern, presidente de SEIU, añade que los trabajadores están sufriendo por esta rápida transformación de la económica, y precisa que su estrategia no es "dividir al movimiento, sino reconstruirlo". Y ambos intentan restar dramatismo, diciendo que seguirán comprometidos con la protección los derechos de los asalariados, independientemente del movimiento sindical al que pertenezcan, y aseguran a la AFL-CIO que podrán contar con ellos en sus movilizaciones.

Pero Sweeney no acepta estos argumentos y arremete contra los dos líderes sindicales disidentes diciendo que el futuro de la federación "no puede ser dictado por las ambiciones de cualquier individuo". Los analistas creen que el movimiento laboral está tocado.

Imagen de archivo de una protesta de trabajadores de Boeing frente a la sede de la compañía en Seattle.
Imagen de archivo de una protesta de trabajadores de Boeing frente a la sede de la compañía en Seattle.AP

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