Vuelve Doc Holliday
Phelps se impone en la final de 200 a Hackett, que al día siguiente ganó el oro en 800 con récord mundial
Dos caballeros han decidido batirse en una lámina de agua con más de dos metros de profundidad. Un espejo rodeado de arces centenarios, en medio de una isla del río San Lorenzo que no hace mucho estuvo habitada por la nación iroquesa. Los duelistas son el estadounidense Phelps y el australiano Hackett, que se disputan el medallero del mundial como dos pirañas en una pecera. En la tercera jornada, celebrada el martes, Phelps estableció su mejor marca en 200 para imponerse a Hackett en la final con un tiempo de 1m 45,20s. Ya suma dos oros. Pero el australiano se pudo resarcir ayer al ganar el oro en los 800 metros, prueba en la que estableció la nueva plusmarca en 7m 38.65s. La anterior marca estaba en poder de su compatriora Ian Thope en 7m 39.16s desde 2001, en Fukuoka (Japón).
El australiano consiguió sacar del estadounidense sus mejores cualidades
Tras tocar la cuarta pared, Phelps saltó el martes a la palestra con el rostro iluminado y el pelo revuelto. Y dijo: "No sé lo que me pasó el primer día [se hundió en los 400] pero si estoy aquí se lo debo a mi equipo. Tuvimos una reunión y Dave Salo [entrenador jefe de Estados Unidos] y yo hablamos mucho de póquer. Me dijo: 'Muchacho', has perdido con dos ases y dos reyes ante un oponente que tenía un par de ases y dos tres. Ese tipo de cosas me estimulan".
A Phelps se le conocen tres grandes pasiones fuera del agua: su madre, el rap, y el póker. Al parecer, se ha tomado el mundial como una partida. Ha vuelto Doc Holliday.
Si en la primera jornada fue Phelps el nadador que se aventuró en la distancia de Hackett, en la tercera ocurrió al revés. El australiano nadó la final de los 200 libres, una prueba hostil a sus condiciones de fondista puro, a sabiendas de que le acechaba la derrota. Lo hizo, como Phelps, aprovechando el año sabático de su compatriota Ian Thorpe y del holandés Pieter Van den Hoogenband. El hecho es que Hackett consiguió sacar de Phelps sus mejores cualidades. El estadounidense ofreció su mejor carrera desde que compite en la piscina de la isla de Santa Helena. Hackett atrapó la plata.
El cambio de ritmo que ofreció Phelps en los últimos 50 metros puso en pie al graderío y pasó página sobre el fracaso de su primer día en la clasificación de 400. Destacado por delante del grupo, en los últimos 50 Phelps fue rompiendo el agua usando sus grandes manos como una prolongación de los antebrazos, con un gesto limpio y profundo. Cada brazada parecía una estocada a fondo. Permanecía un instante estirado, como cogiendo el fluido, y tiraba hacia atrás con una cadencia rápida y elegante. La técnica perfecta para imponerse con un tiempo soberbio a su rival, que hizo lo que pudo. Hackett tocó la pared el segundo sólo porque tuvo un coraje tremendo para hacer frente al empuje del sudafricano Ryk Neethling.
Para hacerse con la plata el capitán de Australia debió parar el cronómetro en 1m 46,14s. Su mejor marca es de 1m 45,61s. Sólo habría podido ganar la carrera mejorándola en casi un segundo. Al salir del agua, el gigante de Gold Coast, Queensland, descubrió esa caja torácica de elefante que le ha hecho imbatible en 1.500 metros. En ese pecho entran dos pulmones con una capacidad de 16 litros de aire, el doble de lo que podía cargar Miguel Indurain.
Hace siete años, en marzo de 1999, en Brisbane, Grant Hackett fue el rey. El reinado le duró seis meses. Batió el récord de los 200 libres. Hizo 1m 46,67s para jubilar a la vieja marca del italiano Giorgio Lamberti, que en 1989 había nadado los cuatro largos en 1m 46,69s. Hackett nunca más llegaría a dominar esta prueba, ensombrecido por la aparición incontestable de Ian Thorpe y Peter van den Hoogenband. Ambos comenzaron a pulverizar su tiempo a partir de agosto de 1999.
A falta de Thorpe y Van den Hoogenband, Hackett se lanzó a la piscina para intentar hacerse con su viejo trono perdido. Y ahí le admiró el público, avanzando pesadamente con sus pulmones de elefante y su masa muscular de búfalo, dando brazadas más cortas, más potentes, más rápidas y menos eficaces que las de Phelps.
El nuevo monarca, más ligero, también tenía una deuda pendiente: en la final olímpica de Atenas fue tercero por detrás de Thorpe y de Van den Hoogenband. Ayer, Phelps se adelantó al australiano como una tabla de surf desde la salida. Pero no salió el primero.
Para ganar la carrera, el estadounidense debió dar caza al australiano Nicholas Sprenger y al sudafricano Ryk Neethling, que entró al agua en cabeza. Becado en la Universidad de Arizona, Neethling es uno de los nadadores más versátiles que ha habido: ha competido en todas las distancias desde los Juegos de Atlanta y en Atenas ganó el oro en el relevo de 4 - 100. Pero ante Phelps no pudo resistir más de 100 metros.
"He hecho mi mejor tiempo en 200", dijo radiante al salir del agua el héroe de Baltimore. "Lo habría mejorado de no haberme quedado un poco en la tercera pared. Creo que con esto ya voy a poder sentirme a tope para afrontar las pruebas que me quedan por hacer".
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