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Manaudou se va de vacaciones

La francesa deja la competición alegando falta de entrenamiento

Diego Torres

Laure Manaudou es una adolescente enigmática y quisquillosa que hace poco cumplió 18 años. Además, es el genio llamado a conquistar las marcas legendarias de Janet Evans y las no tan legendarias que establecieron las nadadoras de la RDA. Ayer se lanzó a la piscina para nadar la serie de 1.500 metros. Vio que su cuerpo no le respondía y salió del agua con una marca horrorosa pero convertida en una chica feliz. Muy decidida. Hizo algo raro en ella: sonrió. Luego dijo: "Se acabó. No quiero nadar más en estos Mundiales. No me he entrenado bien para las pruebas de fondo. Igual corro el relevo. Pero no estoy segura".

En el último año Manaudou ha ganado un oro (400 m. libres), una plata (800 m.) y un bronce (100 espalda) en Atenas, ha batido el récord de Europa de 400, y el récord de Europa de 1.500 en piscina corta (hizo un tiempo de 15m 42,39s, un segundo menos que Schneider). El domingo en la primera jornada volvió a ganar los 400. Pero con dificultad. Por primera vez, se le vio vulnerable.

El domingo Manaudou se clasificó en la última posición a la final. Al salir de la piscina dio síntomas de agotamiento. Recordó su entrada en el recinto, antes de nadar, con pesadumbre: "Cuando vi a toda esa gente en las gradas, a las nadadoras, me sentí agobiada. Entré en pánico".

Ahí estaba la tremenda japonesa Shibata, que parece un samurái y posee una de las mejores marcas de todos los tiempos. Y estaba la croata Poll, entre otros fenómenos, ajustándose las gafas, ciñéndose el bañador de piel de falso tiburón. La pequeña Manaudou, silenciosa y aparentemente frágil, se sintió sola. En el agua lo pasó peor. Acabó tercera y de casualidad entró en la final. "Al mediodía la he cogido y le he dicho que yo estaba seguro de que ganaría", proclamó su entrenador Phillipe Lucas. "Por la mañana la presión la ha podido. Ha sido un año duro, no le gusta el ruido, las demandas, los periodistas".

En la final Manaudou rompió el agua en primer lugar. Nadó por la calle ocho, sin referencias. "Le dije que hiciera su carrera sin mirar a las otras", apuntó Lucas. Y ahí fue Manaudou, como un tiro, y con esa forma de patear el agua tan particular. Aparentemente, se trata de una disfunción porque su frecuencia parece por debajo de lo aceptable. Pero, como dice Claude Fauqué, el director del equipo francés: "Hemos comprobado que a ella eso le rinde. Su patada es lenta pero profunda. Con eso logra dirigir la brazada correctamente y ahí reside la clave: tiene un tren superior poderosísimo. Es capaz de cualquier cosa".

Exacto. Manaudou ganó los 400, sorprendió a toda Francia cuando se quitó la máscara de hielo y lloró con La Marsellesa, y, al día siguiente, en la serie de 1.500, nadó los treinta largos en 16m 39 s. A 23 segundos de su mejor tiempo y a diez de la española Villaecija. La española dijo luego que se había encontrado "rara". Manaudou dijo que se lanzó al agua para darse un remojo. "La verdad", comentó; "es que este año me he entrenado poco. No estoy para el fondo. Tampoco quiero nadar los 100 espalda. Voy a descansar".

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Sobre la firma

Diego Torres
Es licenciado en Derecho, máster en Periodismo por la UAM, especializado en información de Deportes desde que comenzó a trabajar para El País en el verano de 1997. Ha cubierto cinco Juegos Olímpicos, cinco Mundiales de Fútbol y seis Eurocopas.

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