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Reportaje:

Pantalones con futuro

La cuarta generación de la familia Samblancat ha conseguido convertir su ropa en un fenómeno de quinceañeras

Ana Pantaleoni

Tiene tres. Y se los ha comprado con el dinero de su madre. Son bajos de cintura y acampanados. Son los pantalones Samblancat de Laura, estudiante de bachillerato de 15 años. "Antes mis padres se compraban los pantalones allí", dice Laura.

Acampanados, piratas, pitillos, anchos... los pantalones han resultado en el siglo XXI el revulsivo de Samblancat, una empresa familiar textil catalana que ha resistido cuatro generaciones. Aunque fundada en los años 20 del siglo pasado, su clientela está a la vanguardia de la moda: las chicas de entre 15 y 25 años.

Los comienzos del siglo XX corresponden a la bisabuela, la primera tendera de la familia. Después llegó el abuelo, Pepe Samblancat.

Confeccionan en Cataluña para controlar prenda a prenda, porque supone mayor rapidez en la producción y por una razón moral: 60 empleados en nómina

Eran los años cincuenta. Y desde la calle Escudellers del Raval se convirtió en el primer importador de los conocidos Levi's. La tercera generación afianzó el nombre de Samblancat en el textil catalán con Pepe Samblancat Miranda, el tercero del clan. Eran los setenta y los pantalones hippies triunfaban.

"Mi padre fue quien hizo especial hincapié en la moda más joven", explica Josep Samblancat, la cuarta generación, con 27 años y responsable de la última revolución.

A finales de los noventa, había que decidirse. Y como en toda buena empresa familiar, se miró hacia la juventud. El nieto tomó las riendas. En cinco años ha creado una imagen corporativa de monomarca y han pasado de 5 a 12 tiendas.

En 2004 Samblancat facturó cuatro millones de euros; pero, sobre todo, ha logrado convertirse en un fenómeno entre las quinceañeras, que se pierden por su prendas. "Es una moda muy mediterránea y particular. Hemos logrado una monomarca local que marca diferencias. Y además, todo se fabrica aquí. Todavía no hemos hecho la deslocalización", explica con orgullo Josep.

Según el joven, siguen confeccionando en Cataluña por tres motivos: permite tener un control prenda a prenda y mayor rapidez en la producción; la tercera razón es moral. Son muchas las familias que viven indirectamente de este trabajo, más los 60 empleados que tienen en nómina.

"Mientras podamos aguantaremos", afirma. La tarea no es fácil. Otras monomarcas multinacionales aprietan con fuerza. Agustín, responsable de mercadotecnia, afirma que la forma de distinguirse de de "maximarcas" como Mango Y Zara es dar un trato diferenciado a las clientas.

Samblancat ha creado una página web donde se organizan fiestas, concuros y sorteos en Red. El objetivo es cautivar al cliente.

"La cuestión es mantener lo que hemos logrado. Tenemos una clientela diferente, pero no podemos competir ni en precios ni en espacios comerciales como los grandes", explica Pepe Samblancat padre.

Planes de futuro no faltan: en septiembre la firma lanza su colección de ropa júnior y abre su segunda tienda en el centro comercial Pedralbes Center.

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Sobre la firma

Ana Pantaleoni
Redactora jefa de EL PAÍS en Barcelona y responsable de la edición en catalán del diario. Ha escrito sobre salud, gastronomía, moda y tecnología y trabajó durante una década en el suplemento tecnológico Ciberpaís. Licenciada en Humanidades, máster de EL PAÍS, PDD en la escuela de negocios Iese y profesora de periodismo en la Pompeu Fabra.

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