Para decidir inversiones
En el mundo financiero, y en nuestra vida diaria, nos encontramos frecuentemente ante la siguiente disyuntiva: ¿debería realizar determinada inversión? En ocasiones, este interrogante no se presenta en términos absolutos, sino relativos: ¿debería invertir en A o en B? (refiriéndonos a acciones, bonos, un proyecto empresarial, etc.) ¿Cómo podemos tomar tal decisión basada en criterios lo más racionales posibles?
La tasa interna de rentabilidad (TIR) es una de las metodologías más utilizadas para responder a estas cuestiones relacionadas con el atractivo de una inversión. La TIR (en inglés IRR, Internal Rate of Return) está muy relacionada con otra metodología clásica, el valor actual neto (VAN). El VAN es el valor presente de los flujos de caja que genera un proyecto de inversión, teniendo en cuenta tanto los flujos positivos como los negativos. Matemáticamente, la TIR es la tasa de descuento que iguala el VAN a cero. Por tanto, un proyecto de inversión crea valor cuando su VAN es superior a cero o cuando su TIR es superior al coste de capital del inversor. El concepto de coste de capital puede explicarse de forma simplificada como el umbral de rentabilidad mínima exigida por el inversor (umbral que se sitúa en su coste de financiación).
En los últimos años se detecta una caída de rentabilidad en muchos activos financieros tradicionales
La ventaja práctica que presenta la TIR respecto al VAN consiste en que sus resultados son más fácilmente entendibles: es más significativo hablar de una rentabilidad del 35% que de una inversión que generará 3.452 euros, por ejemplo. La TIR nos permite discriminar entre distintos proyectos de inversión, siempre que tengamos el mismo coste de capital para todos ellos (por ejemplo la inversión de nuestros ahorros).
La TIR es, sin duda, uno de los conceptos financieros más utilizados en los mercados de capitales hoy en día. En los últimos años se ha producido un descenso en la rentabilidad de muchos de los activos financieros tradicionales, acompañado de un importante auge de gestores alternativos, como los fondos de private equity y los hedge funds, orientados al inversor institucional. Sin embargo, esta búsqueda de una mayor rentabilidad por parte del inversor conlleva con frecuencia un importante aumento del riesgo, además de materializarse habitualmente en inversiones menos líquidas o fácilmente disponibles. Los fondos de private equity se caracterizan por llevar a cabo inversiones en empresas que les proporcionan una TIR media bastante elevada, del 20% al 30% habitualmente. Una de las claves para conseguir tasas de retorno tan elevadas es el alto grado de apalancamiento o recursos ajenos con que realizan sus inversiones. Los hedge funds suelen invertir en activos financieros cotizados (acciones, convertibles) mediante estrategias en las que asumen un riesgo elevado (uso de derivados, apalancamiento, expectativas de toma de control, etc.) buscando rentabilidades superiores a las de los activos cotizados tradicionales.
Dado que la TIR expresa la rentabilidad en términos anuales, el número de años que se mantiene la inversión suele tener un gran impacto en su cálculo: habitualmente alargar el periodo de maduración de una inversión más años de lo necesario puede disminuir la TIR debido a la pérdida del valor del dinero en el tiempo. Por ello muchos gestores de private equity recurren al cada vez más habitual fenómeno de la recapitalización de sus inversiones (coloquialmente, recap); antes de proceder a la venta final, vuelven a endeudar la empresa, adelantándose un dividendo extraordinario que de otra forma sólo percibirían en la venta posterior. Aunque la liquidez extraída de la inversión en el recap sea equivalente a la que se obtendría en la venta posterior, el hecho de adelantarla en el tiempo mejora su TIR. Una posible crítica a esta práctica es que el recap conlleva el pago de fees y nuevos intereses por el endeudamiento, que reducen el valor absoluto que se obtiene de la inversión (frente a la venta sin recap). En este caso vemos que el criterio TIR prevalece sobre el VAN.
Jorge Lloréns es executive director de Banca de Inversión en Goldman Sachs
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