Sesenta días fuera del desierto
Un total de 550 niños saharauis pasan las vacaciones de verano en las casas de otras tantas familias valencianas
Dumaha tiene 11 años, es saharaui y vive en un campamento del desierto argelino bautizado Aused por el Frente Polisario. Se queda embobada mirando una piscina y ante los giros de David Bisbal. Dumaha pasa su tercer verano consecutivo en casa de Daniel Vicente e Isabel Martínez, administrativos de banca y residentes en Yátova, comarca de la Hoya de Buñol.
Como ella, 550 chavales saharauis escapan del implacable sol del desierto durante los meses de julio y agosto, acogidos por familias valencianas. Todos tienen entre 8 y 12 años y llegan de la mano de la Federació de Solidaritat amb el Poble Saharaui del País Valencià. Una red de minúsculas asociaciones locales que se extiende desde la comarca de La Marina hasta el norte de Castellón.
Para venir, se valora aún ser hijo de mártir; que el padre haya muerto en el frente
"Hay parejas jóvenes y mayores; de izquierdas y derechas; 'blaveras' y catalanistas"
La Federació tiene su contraparte en los campamentos argelinos, donde vive el grueso de los habitantes de la antigua colonia española, ocupada por Marruecos desde hace 30 años. La organización juvenil del Polisario se encarga de seleccionar a los chavales, mitad chicos y mitad chicas. Para la elección se mira el expediente académico y la situación socioeconómica de la familia.
Y sigue contando que los niños sean "hijos de mártires", lo que significa que sus padres hayan muerto en el frente, combatiendo al ejército marroquí. Aunque dado el alto el fuego vigente desde 1991, no existan realmente chavales menores de 12 años con esas características.
¿Cómo se reúne a 550 familias dispuestas a acoger niños durante el verano? "Funciona el boca a boca", responde una portavoz de la federación, que desarrolla desde una década el programa de acogida. E influye "la especial sensibilidad que aquí y en el resto de España se tiene por este pueblo".
No existe un perfil definido de familia acogedora: "Hay parejas jóvenes y parejas mayores, familias monoparentales, con hijos pequeños, con hijos independizados y sin hijos, de derechas y de izquierdas, blaveras y catalanistas", dice la portavoz.
A Daniel Vicente, por ejemplo, le entró la vena hace cuatro años, al ver a unos niños saharauis que pasaban las vacaciones en Buñol, donde trabaja. Preguntó y se puso en contacto con una asociación de Valencia. Al año siguiente, Dumaha llegaba a Yátova. Y el boca a boca continúa: Este año ya hay cuatro familias acogedoras en su pueblo.
La experiencia es "simplemente impresionante", dice Vicente. "Los nanos te dan una lección de educación y de amistad. En ciertas cosas nos llevan años de adelanto. En otras, lamentablemente, como en el grado de desarrollo, siglos de retraso. Gracias a España y a otros países como Estados Unidos".
La portavoz, que prefiere no dar su nombre porque "el protagonismo es de los niños y de las familias", dice que es raro que haya problemas de adaptación. "Si han podido adaptarse a vivir en el desierto, que es inhumano, cómo no van a adaptarse a vivir aquí". Por si acaso, existen "familias de reserva".
Salir del desierto y aterrizar en un lugar en el que la existencia de grifos, semáforos y árboles se da por supuesta exige en cualquier caso unos días de transición. Un periodo que según los acogedores no dura más de una semana.
Y hay otra cosa que a las niñas les resulta chocante: La presencia de hombres adultos. La portavoz afirma que el motivo es que "a pesar del alto el fuego, la guerra no ha acabado", de modo que los hombres están en el frente, y el día a día de los campamentos es cosa de las mujeres. La extrañeza, añade, también se diluye rápido.
Los problemas con las familias acogedoras, limitados por la portavoz a un par de casos al año, suelen aparecer cuando los saharauis coinciden con niños pequeños y responden a "celos infantiles".
Vicente, que tiene dos hijos de la edad de Dumaha, dice que los chavales se llevan perfectamente. Y que discuten entre ellos "igual" que lo hacen sus hijos.
A Dumaha, que es la pequeña de siete hermanos y quiere ser médico, que habla correctamente castellano porque lo estudia todo el año, le gustan "muchas cosas: la piscina, cantar y bailar, ir a la playa, David Bisbal, Bustamante" y jugar al ordenador...
Al terminar la entrevista, realizada por teléfono, la niña pregunta al redactor si está casado. Y cuando oye que no, añade: "Un abrazo para tu familia". Daniel Vicente imagina que la frase de despedida, en un pueblo "muy educado", varía según el estado civil del interlocutor.
Valencianopalestina
Aparte de la estancia temporal de los saharauis, en Valencia viven numerosos jóvenes que provienen -ellos o sus padres- de países en conflicto.
Maysun Mahmud, 22 años, espera a la entrada del centro comercial Gran Turia. Nada parece indicar que sus padres son palestinos y que ella posee, además del DNI español, un documento nacional emitido por la Autoridad Palestina. Lleva un vestido azul y los párpados pintados levemente del mismo color.
Maysun nació en Valencia, se siente española y no olvida sus orígenes. Su lengua es el castellano pero se defiende "bastante bien en árabe", porque siempre lo ha oído en casa.
Hija de un médico, estudia tercero de Farmacia y le gusta la idea de dedicarse a la investigación genética. ¿Ha tenido problemas por ser palestina? "Nunca he sentido ningún rechazo. Según cómo muestres tú tu identidad, así la entiende la gente", responde.
Maysun tiene amigas palestinas -asegura que en la ciudad viven alrededor de 200 familias-, de otros países árabes y también españolas. Sus gustos son similares a los de cualquier universitaria. Quizá un punto más intelectuales, porque lee, por ejemplo a Noam Chomsky.
La joven nunca ha llevado velo, aunque lo respeta, y respeta también la mayoría de preceptos del islam: Reza cinco veces al día, ayuna durante el mes de Ramadán, va algún viernes a la mezquita y no prueba el alcohol ni el cerdo.
Dice también que cuando se case, su marido deberá ser musulmán. ¿No cree que el amor es a veces traicionero? "Ya... Pero se supone que cuando se quiere a alguien se está dispuesto a hacer lo que sea necesario, ¿no?". Por ejemplo, aclara, convertirse al islam.
Tu suscripción se está usando en otro dispositivo
¿Quieres añadir otro usuario a tu suscripción?
Si continúas leyendo en este dispositivo, no se podrá leer en el otro.
FlechaTu suscripción se está usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PAÍS desde un dispositivo a la vez.
Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripción a la modalidad Premium, así podrás añadir otro usuario. Cada uno accederá con su propia cuenta de email, lo que os permitirá personalizar vuestra experiencia en EL PAÍS.
En el caso de no saber quién está usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contraseña aquí.
Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrará en tu dispositivo y en el de la otra persona que está usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aquí los términos y condiciones de la suscripción digital.