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Columna
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Homenaje

El homenaje al presidente del PP y de la Diputación de Castellón fue multitudinario y reunió a lo más granado de la sociedad provincial, con la concurrencia de dos consejeros de la Generalitat. Las ausencias también fueron notables, pero nadie puede cuestionar el generoso ejercicio de solidaridad exhibido. "A tu lado somos muchos", rezaba el eslogan elegido para la ocasión. Y como era de esperar, no faltó el ingenioso que le sacó punta al lema: "Pues menudo tajo para la Agencia Tributaria", en alusión a los contenciosos que el personaje tiene con el fisco.

Bromas aparte, Carlos Fabra demostró que, aun cuando esté políticamente agónico, todavía es capaz de galvanizar sus redes clientelares y dar muestras de briosa salud pública. Es comprensible que el gran hombre sea víctima del síndrome del triunfador. Sabido es que en Castellón no se ha movido una piedra ni emprendido una iniciativa de algún aliento sin su venia. En realidad, es el epígono de una saga de caciques a la vieja usanza que hoy se prolonga con otros modos y actitudes. Eso es lo que Fabra no llegó a percibir. Los caciques de hoy no neutralizan a los informadores: compran multimedias. Ni gestionan patentes o chamarilean con la Administración: se lo encomiendan a un subalterno.

El de Castellón, de ser un cacique, lo es de la vieja escuela paternalista, casi una reliquia. Mucho menos dañino y peligroso que la fauna caciquil que emerge a la sombra de las finanzas, el poder mediático o la voracidad inmobiliaria. Pero, o tempora, o mores, que decía Cicerón. Hay que ponerse al día, y hoy el prohombre que nos ocupa es un anacronismo, un sillar al cuello del PP, que comisionó a dos consejeros para no estar ausente del homenaje, pero que hubiera pagado lo que fuera para no airear el esperpento.

Y un breve apunte más: Fabra cree que es víctima de "un acoso político y mediático sin precedentes". Son sus palabras. Le sobra vanidad o le falta memoria. Él tiene la suerte de que su partido le protege, los jueces se lo toman -por ahora- a beneficio de inventario y los medios ni siquiera han rozado el exceso. ¿De qué se queja si no pasa un día sin que dé motivo para el pasmo?

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