Peregrinos
El año pasado, primera edición de este El camino en Castilla y León, el peregrino se llamaba John Eliot Gardiner y su compañía era el Monteverdi Choir. La experiencia de ir cantando en bellísimas iglesias románicas fue un éxito, se plasmó en los discos y se vivió de primera mano una experiencia musical insólita. Afortunadamente la idea ha tenido continuidad. Mantener la belleza de los marcos no era difícil. Quizá lo fuera más hacer lo propio con la calidad artística, pero contar con el Gabrielli Consort lo garantizaba y, de paso, ofrecía la posibilidad de escuchar a una agrupación también de enorme altura pero de diferente estilo, contrastando así las ideas de Gardiner con las de Paul McCreesh. Un lujo en pleno verano por pueblos y ciudades españolas.
Gabrielli Consort
Paul McCreesh, director. Victoria: Officium defunctuorum. Iglesia de San Nicolás. San Juan de Ortega (Burgos), 20 de julio.
El peregrinaje de McCreesh y sus huestes comenzaba el jueves en el pueblecito de San Juan de Ortega para concluir, el martes 26, en Ponferrada, tras haber pasado por la capital burgalesa, Frómista, León y Carrión de los Condes. Lo harán con un programa diferente al del arranque, incluyendo obras anónimas del Códice Calixtino y de Guerrero, Byrd, Sheppard, Victoria, Holst, Harris y Howells, nueve siglos de música en la que se contempla el viaje, la vida como camino hacia la muerte y la felicidad del paraíso.
La genialidad de Victoria
Para empezar una obra mayor, inconmensurable: el Officium defunctuorum que Tomás Luis de Victoria escribiera para los funerales de la emperatriz doña María de Austria, celebrados en Madrid en 1603. Es el Victoria más ascético, la prueba de una genialidad que se adapta al uso litúrgico, que entrevera la gravedad de su discurso con la belleza desnuda del canto llano y que, para mayor asombro, incluye un motete -Versa est- que cumple una función meditativa, interiorizadora, a través de esa pura belleza que aquí sí nos eleva a esa carnalidad tan de su autor como de los grandes escritores místicos españoles de la época, ésos a los que se ha asociado desde siempre al músico abulense, al paisano de santa Teresa de Jesús.
La versión del Gabrielli Consort insiste en esa ascética a través de un canto en ocasiones casi expresionista, en el que la desnudez de las voces, acompañadas por un bajón que las refuerza, se impone a cualquier autocomplacencia. McCreesh establece una relación directa con el texto del oficio de difuntos en la que la esperanza surge de la plena consciencia de la muerte en un continuo de elevación progresiva. Al efecto contribuye, naturalmente, la pertinencia del marco. La iglesia de San Nicolás posee una acústica envidiable y su desnudez románica -truncada sólo por la tumba florida que campea en su centro- contribuyen a que el efecto se logre plenamente. El grupo británico lució en plenitud, afinadísimo siempre, destacando cada cuerda en el momento preciso con esa suerte de discreción afirmativa que es sello de las mejores agrupaciones del género.
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