Fracaso monumental
Se creó una formidable expectación por ver los toros de Victorino Martín por primera vez en el coso de Pamplona. Tal expectación hay que fijarla en el recuerdo de los aficionados. Todos, sin excepción, han sentido como suya esta efeméride. La reventa conmemoró poco menos que el día del euro fácil.
Todo lo que se diga es poco. Esa expectación no es baldía como pensamiento voluntarioso. Implica que todavía esta ciudad sabe vivir con intensidad el mundo de los toros. Se erige, por esas ansias de toros, en plaza de primera especial, dicho en términos ciclistas.
Pero la realidad de los toros de Victorino nos habla de un fracaso ganadero. No valen las bravatas del propio Victorino Martín diciendo que viene a Pamplona a llevarse el premio al mejor toro y otras series de vanidades. Lo cierto es que en su debú como ganadero en Pamplona ha constituido un monumental fracaso. Sin paliativos. Hay que decirlo todo. Es verdad que si hubiera triunfado es seguro que muchos de los testimonios tendrían más o menos la siguiente partitura: "Muchos toros de Victorino Martín son párrafos profundos inscritos con letras de oro en la historia de la tauromaquia de los últimos 50 años"... Ahora bien, no obstante, el fracaso palpable y rotundo en el festejo de ayer, tal vez esa misma partitura puede estar en vigor al contabilizar los méritos de Victorino a lo largo del último medio siglo, al margen de la infausta corrida de ayer.
Victorino / Liria, Encabo, Cid
Toros de Victorino Martín, blandos en general, sin calidad alguna. Pepín Liria: pinchazo, media estocada y descabello (silencio); dos pinchazos, media estocada -aviso- y descabello (silencio). Luis Miguel Encabo: dos pinchazos y estocada (aplausos); pinchazo, estocada corta y tres descabellos (aplausos). El Cid: pinchazo hondo y cuatro descabellos (silencio); estocada y dos descabellos (silencio). Plaza de Pamplona, 10ª y última de abono. Lleno.
Como no podía ser menos, Victorino es protagonista de cualquier espectáculo de toros que se precie. Incluso este ganadero a veces es más importante que muchas de las figuras de pan y melón de que está compuesta la torería actual. Para el propio Victorino dijo un poeta en un hora bendita: "No la toquéis, así es la rosa".
De los toreros hay muy poco que hablar. Pepín Liria, en su primero instrumentó una faena que era una serie ininterrumpida de pases destemplados. Es decir, el temple brilló por su ausencia. En su segundo, sólo cabe atribuirle buena voluntad y nada más.
Miguel Encabo se empeñó en torear por el pitón derecho, sin dar una a derechas. Después probó con el pitón izquierdo. Ahí el toro embestía mejor sin que fuera nada del otro jueves. Es inconcebible que un torero no se dé cuenta de cuál de los pitones es mejor. En su segundo, quinto de la tarde, apoyado por el público que quería ver algo, probó muletear por dos pitones. El torero no acertaba a adivinar, tras la realidad de sentirse solo con el toro, si el pitón derecho era mejor que el izquierdo, o el izquierdo mejor que el pitón derecho.
Nos quedaba El Cid. Con lo bueno que es este torero, ayer en su primero puso de manifiesto demasiadas precauciones. Fue una sombra de lo buen torero que ha acreditado ser en los meses de esta primavera. En su segundo tampoco llegó a demostrar esa calidad que atesora, sobre todo en su muñeca izquierda. Repartió una manada de muletazos todos ellos para el olvido. Hay que recordar a Victorino que si las lechugas chiflaran serían flautas.
Babelia
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