Leeds, Luton, Londres
La policía reconstruye el plan de los terroristas desde que llegaron juntos a la capital hasta que se separaron para lograr sus objetivos
El jueves 7 de julio, poco después de las diez de la noche, Mahmoud Hussain y su esposa, Maniza, llamaron a la policía. Su hijo Hasib, de 19 años, les había dicho que se iba a Londres con unos amigos, pero no sabían nada de él desde hacía días. La noticia de los atentados en la capital británica habían disparado su ansiedad y decidieron llamar al teléfono que la policía había puesto a disposición del público para dar cuenta de posibles víctimas, gente dada por desaparecida y que podría haberse visto afectada por los atentados. Los Hussain tenían razón: su hijo había muerto en el autobús de la línea 30 que circulaba por Tavistock Square cuando estalló una bomba en su interior. Lo que no sabían es que su hijo era probablemente ese "joven caballero con piel de oliva y aspecto muy agitado" que levantó las sospechas de un viajero al verle revolver nerviosamente el interior de la bolsa o la mochila que tenía entre sus piernas. Poco después, Hasib Hussain volaba hecho pedazos arrastrando con él a otros 12 viajeros a la muerte.
Los agentes examinaron 2.500 horas de vídeo buscando a un grupo de cuatro o más jóvenes
Días atrás, el joven Hasib había empezado su viaje mortal a Londres en compañía de dos amigos. Ambos, como él, británicos de nacimiento, paquistaníes de origen y residentes en la zona de Leeds: Shehzad Tanweer, de 22 años, y Mohamed Sadique Khan, de 30 años. Quizá iba con ellos el cuarto hombre, cuya identidad parece haber sido ya establecida por la policía británica, aunque aún no tiene pruebas que lo corroboren al cien por cien. Quizá viajaron los cuatro juntos, quizá en dos coches. Lo que es seguro es que cambiaron coche por tren en Luton, a las puertas de Londres, donde tomaron el tren de cercanías de la línea Thameslink con destino a King's Cross.
Allí fueron filmados por las cámaras de seguridad de la estación, una de las más concurridas de Londres. La policía, que ha examinado las grabaciones de 2.500 cámaras de seguridad buscando a un grupo de cuatro o más hombres jóvenes, probablemente de origen asiático y cargados con bolsas o mochilas, localizó al grupo a las ocho de la tarde del lunes. Enseguida reconocieron al joven Hasib a través de las fotos proporcionadas por la familia cuando denunció su desaparición. Dos de los tres acompañantes de Hasib probablemente serían Mohamed Sadique Khan y Shehzad Tanweer, de los que habían aparecido tarjetas bancarias y otros elementos de identificación en las estaciones de metro de Aldgate y Edgware Road. "Tenían un aspecto muy relajado. Parecían un grupo de excursionistas, no una banda de terroristas suicidas", relató un policía.
El padre de Shehzad, Mohamed Mumtaz, llevaba días desesperado al no conseguir contactar con su teléfono móvil. Humilde emigrante paquistaní venido a más gracias a un fish and chips (local de comida) y otros negocios, Mohamed no podía imaginar que la ausencia de su hijo sería para siempre y que era uno de los terroristas que habían colocado cuatro bombas en Londres dos días antes.
Las imágenes de King's Cross muestran a los cuatro amigos separándose, yendo cada cual a su objetivo. Mohamed cogió la línea circular hacia el oeste, hacia Edgware Road. Shehzad tomó la misma línea, pero en dirección al este, hacia Aldgate. El hombre cuya identidad aún se desconoce se fue hacia el sur, en la línea Piccadilly. Sus restos probablemente están entre los escombros bajo el vagón que estalló, o correspondan a los más de mil pedazos distintos de restos humanos recogidos y clasificados en ese túnel hasta ahora.
El joven Hasib se cree que viajó o intentó viajar hacia el norte en la línea que lleva ese nombre, y que esa mañana, como tantas otras, funcionaba con grandes retrasos. Hay varias tesis sobre lo que ocurrió. Puede ser que cogiera el metro, pero que la bomba no explotara por la razón que sea y acabó regresando a King's Cross. Allí, con el metro ya paralizado, decidió tomar un autobús y la bomba le explotó cuando la examinaba para saber qué ocurría. O quizá se puso nervioso al ver que había retrasos en la línea norte y buscó otro objetivo. O quizá, aunque parece poco creíble, tenía desde el principio el autobús como objetivo.
Pero el viaje de los suicidas es sólo una parte de este crimen. Los investigadores han podido reconstruir con relativa facilidad lo que ocurrió desde que los cuatro jóvenes se subieron a un tren de cercanías en Luton. Pero ahora han de reconstruir su viaje al revés: cuándo y cómo recibieron los explosivos son cuestiones fundamentales para evitar más atentados. Pero la introspección ha de ir más allá, en un viaje en el que la policía y la política han de ir de la mano: ¿cómo llegaron a convertirse en terroristas suicidas cuatro jóvenes aparentemente sin problemas?
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