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Columna
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Atropellos

Nos pasan por encima. Es lo que pasa. Estos días de julio puede ser peligroso asomarse al exterior: el exterior está lleno de trampas y de cosas y de calles que podría transitar Luis de Funés si la muerte no hubiera decidido atropellarlo la semana pasada. Estos días de julio tienen algo consabido y absurdo, igual que las películas de Funés, tan llenas de atropellos y accidentes fruto de la fatalidad y la imbecilidad. El caso es que nos pasan por encima en Pamplona o en Londres o en Bilbao y nadie nos avisa. Por lo tanto, hay que andar avisados. Los morlacos de Dolores Aguirre, avisadores, pueden atropellarnos en Pamplona y empitonarnos con sus agujas góticas por el paladar, que ya es arte, como a un francés llamado André Laiheugue, ingresado el pasado sábado en el Hospital Virgen del Camino con una herida de asta de cinco centímetros en el cielo de la boca. Pero mucho peor son las cornadas del terrorismo islamista en el centro de Londres, en la patria de Chesterton y del Napoleón de Notting Hill, cada día más cuerdo en un mundo de locos y mangantes.

No es raro lo que pasa. No es raro que nos pasen por encima y que nos atropellen los toros de Guardiola o de Cebada Gago o Dolores Aguirre en Pamplona estos días de julio. Tampoco a nadie le parece raro, sino bien previsible, que las calles olímpicas de Londres se hayan convertido en escenario de una nueva matanza sarracena (lo cual hace que muchos le perdonen a la ciudad del Támesis la injuria de ganarle por la mano o las manos a Madrid en la elección de sede para las Olimpiadas del año 2012). Y a nadie, por desgracia, le puede sorprender a estas alturas del verano que el sangriento atropello londinense sea un arma arrojadiza para nuestros políticos, incapaces de resistir la tentación de enredar con las vísceras ajenas.

Nos pasan por encima a la clase de tropa desde que el mundo es mundo, eso es todo. Nos pasan por encima (lo mismo que los toros de Dolores Aguirre en Pamplona) en Irak o en Madrid o en Bilbao, donde muy pronto, este fin de semana, se celebrará el encierro de las World Series, una carrera automovilística encajonada (dónde va San Fermín) entre las calles del estrecho Ensanche bilbaíno. Una pasada. Un completo atropello para muchos bilbaínos. Enciendes la televisión y te atropella el juicio popular a Farruquito. Sales de tu portal en la calle Máximo Aguirre de Bilbao y te atropella el corazón un bólido a doscientos por hora que acelera como mil farruquitos desbocados. Y no puedes salir de tu portal o te tienes que ir a otra parte, a otra ciudad en la que sus barandas no atropellen el sentido común, la ética y la estética (es difícil, lo sé) metiendo en el cogollo de la Villa una carrera de velocidad cargada de decibelios y de humo y de goma quemada. Una carrera, dicen, que nos va a enriquecer. Da lo mismo que las autoridades que la promocionan se llenen la boca hablando de crecimiento sostenible y amenazándonos con toda clase de castigos humanos y divinos si fumamos en un lugar público o dejamos abierto el grifo mientras nos cepillamos la piñata. Una carrera, afirman, que Bilbao necesita como el agua de mayo, junio y julio. Una carrera, juran, que otra vez nos coloca en el mapa del mundo, qué empeño, que terrible obsesión foral-municipal esa de colocarnos en el mapa, como si hasta ahora hubiésemos vivido levitando igual que Castroforte del Baralla, la ciudad levitante de Gonzalo Torrente Ballester.

Nos pasan por encima y pasa poco o no pasa nada. Nos hemos acostumbrado a que las decisiones que más nos afectan se tomen por decreto y sin consulta alguna. El referéndum, tan necesario a veces, tan urgente en algunas ocasiones, tan democrático y tan racional, tan europeo, es una posibilidad que ni siquiera se contempla en la gobernación local. Luego, eso sí, pretenden decidir el futuro del pueblo milenario mediante las papelas del plan Ibarretxe, en boxes de momento. Son las mismas papelas que al parecer no sirven para que el ciudadano opine sobre urbanizaciones, macrocentros comerciales o puertos deportivos. Las mismas que no sirven para que los vecinos de Bilbao decidan si merece o no la pena alquilar el asfalto de la Villa para que las World Series se celebren en ella. Quizás es que debemos decidir sobre el futuro de nuestro país, pero no sobre su presente. El caso es que nos pasan por encima. Son peor que los toros de Dolores Aguirre: te atropellan y encima debes darles las gracias.

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