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Crítica:LA LIDIA | FERIA DE SAN FERMÍN
Crítica
Género de opinión que describe, elogia o censura, en todo o en parte, una obra cultural o de entretenimiento. Siempre debe escribirla un experto en la materia

Hay orejas y orejas

¿Qué podía hacer El Cid ante tal manso? Irse a las tablas y dominarle con varias tandas de derechazos. Aquella piltrafa de toro no merecía miramiento alguno. En su segundo toro, demostró que el público, por lo general, no suele dar una en el clavo. El torero realizó una faena en ese toro por ambas manos, yendo de menos a más. Repartió temple y mando. La faena fue modélica de dominio y, sobre todo, de conocimientos de los terrenos. Distribuyó pases y al final exhibió en su haber una faena que si la hiciera uno de los relumbrones de la torería andante, los palmeros de turno estarían hablando de una de las faenas del siglo XXI. Pero El Cid no es un relumbrón. Simplemente, es un torero de verdad.

Jandilla / Cid, Jiménez, Cortés

Toros de Jandilla: 1º, manso perdido; los demás, de juego desigual; destacó el 5º; el 3º fue de menos a más. El Cid: dos pinchazos, media perpendicular y descabello (silencio); pinchazo y estocada (ovación). César Jiménez: metisaca y estocada defectuosa (silencio); estocada en el brazuelo (oreja). Salvador Cortés: estocada corta -aviso-, cae el toro después de una agonía lenta (oreja); media perpendicular y dos descabellos (vuelta). Plaza de Pamplona. 7ª de abono. Lleno.

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Contrariamente, en César Jiménez se dio todo lo contrario. En su primer toro, repartió una antología de derechazos con pico incorporado. Una y otra vez, el pico como argumento. En su segundo, puso de relieve una estética mentirosa. Por más que instrumentara pases de todas las marcas, siempre los pases rayaban con la vulgaridad. No hubo un pase realizado con sentimiento. La faena llegó a puntos demasiado adormecidos. El toro merecía una faena mejor; sin embargo, el público creyó que le habían puesto en bandeja un manjar exquisito. Ese mismo público no se dio cuenta de que se trataba de un fraude, pues el toro merecía una faena de mayor enjundia y relieve, pero, lo que son las cosas, fue premiado con una oreja y la vuelta al ruedo. Una lástima.

Seda

Como suele ocurrir en muchos casos en los que un torero sustituye a otro -el sustituido fue Eduardo Gallo-, el joven Salvador Cortés acabó triunfando en su primer toro. Se ganó una oreja a ley, en especial por tres series de naturales, trazados con mando, temple y buenas maneras. Se gustó. Su muñeca zurda se prodigó en suavidades. Realmente, la zurda mostrada tenía seda.

En su segundo toro, sexto de la tarde, puso muchas dosis de voluntad y trató de hacer el toreo bueno. No obstante, el toro le tropezó la muleta en exceso. De vez en cuando salía un muletazo bueno, mas el resto era pura sombra de verdad. No acabó por acoplarse. Nunca dominó al astado. Es verdad que el toro tenía mucho que torear y en el momento en que el espectador recreaba en su mente que ciertamente el toro tenía mucho que torear, en ese instante el torero quiso dar un pase mirando al tendido y ahí el toro le arrolló, volteándole, al final sin consecuencias ni siquiera leves para él. Todo quedó en un susto.

Es loable que un muchacho desconocido como es Salvador Cortés consiga un triunfo fabricado por una muñeca dulce y artística. El natural sigue siendo uno de los pases más profundos que hay en la tauromaquia. De ahí que si tejió naturales en su primer toro con una calidad contrastada, es loable, digo, que se le premie y salga triunfador en la tarde de ayer.

Lo que parece de todo punto injusto es que se llevara una oreja un torero, el tal César Jiménez, que lleva varios años en la onda de las figuras, habiendo dejado un repertorio de lo más vulgar y, por añadidura, de un tono demasiado estandarizado. En algún momento de la faena de ese toro al que cortó una oreja más que torero de verdad semejaba un jardinero finlandés desesperado de soledad.

Respecto a El Cid, el verdadero aficionado disfrutó con la lección impostada en su segundo toro. No se ha dicho, y lo digo, además, que toda la faena la hizo en un palmo de terreno.

Salvador Cortés, en su primer toro, al que cortó una oreja.
Salvador Cortés, en su primer toro, al que cortó una oreja.LUIS AZANZA
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