_
_
_
_
_
Columna
Artículos estrictamente de opinión que responden al estilo propio del autor. Estos textos de opinión han de basarse en datos verificados y ser respetuosos con las personas aunque se critiquen sus actos. Todas las columnas de opinión de personas ajenas a la Redacción de EL PAÍS llevarán, tras la última línea, un pie de autor —por conocido que éste sea— donde se indique el cargo, título, militancia política (en su caso) u ocupación principal, o la que esté o estuvo relacionada con el tema abordado

¡Londres!

Juan Cruz

Dijo Cabrera Infante que en Londres el hombre es más importante que la naturaleza. Si te paras en el café de Leicester Square verás desfilar a la humanidad entera mostrando los colores de sus innumerables metáforas. En la escalinata de Piccadilly sigue sentada la memoria de los viajeros que aquí buscaron los milagros. En Hyde Park Corner siguen pidiendo la luna aquellos predicadores a los que nosotros íbamos a ver cuando aquí estaba prohibido hablar en la calle. Y desde los autobuses te miran ojos de todas las razas. Esa ciudad que a veces parece indiferente se adaptó de tal manera al mundo que viene que hasta se hizo europea y abrió cafés que ahora parecen de París, de Roma o de Viena, y en ellos almuerzan quienes ya no pueden recordar que aquí todo se cerraba antes como mandaban los siglos. Los londinenses fueron capaces de recuperarse de las cenizas de la guerra; acogieron a los ciudadanos de todos los países que fueron su imperio para hacer una sociedad múltiple que llena de colorido hasta el gris de los inviernos, y ahora no hay un solo rincón de la ciudad donde no se viva como si uno estuviera en todas las ciudades al tiempo. Hasta fueron capaces de hacer de un almacén viejo, donde la ciudad cambia de nombre, uno de los grandes museos del mundo, y han llevado la osadía al extremo de ponerlo en manos de un valenciano -Vicente Todolí-, que lo ha hecho crecer como la espuma de la modernidad. Ayer leía Rioyo en la radio estos versos de Eliot hablando de la herida que la crueldad deja en la mirada de los hombres: "Ciudad irreal, / bajo la niebla parda de un amanecer de invierno, / una multitud fluía por el puente de Londres, tantos / no creía que la muerte hubiera deshecho a tantos, / se exhalaban suspiros breves y poco frecuentes, / y cada cual llevaba los ojos fijos ante los pies...". El hombre es más que la naturaleza, y mucho más, ahí va caminando, delante de un drama, y viene el mes más cruel, cualquier mes, una mañana cualquiera, y ya no almuerza. Londres. La sonrisa congelada y el drama subiendo como esquirlas de una guerra que salta a los ojos de cualquiera de los colores que habitan a cualquier hora la ciudad más diversa de la Tierra. Londres.

Regístrate gratis para seguir leyendo

Si tienes cuenta en EL PAÍS, puedes utilizarla para identificarte
_

Archivado En

Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
_
_