El agua
El agua es vida. El origen de la vida fue en el agua y es un elemento indispensable para la supervivencia de los seres vivos. Y los hechos no hacen más que confirmarlo día tras día; incluso podemos verlo en en propio Tour de Francia. Ya, ¿te refieres a esos corredores-dromedario a los que vemos remontar el pelotón con una joroba formada por botellines para repartirlos entre sus compañeros? No, aunque también, pero yo me refería a otra cosa.
En el sur de España la tierra se desertiza, se cuaja en bloques de arena, se convierte en cuadraditos deshidratados... culpa del agua, bueno, más bien de la falta de ella. Manchegos y murcianos enfrentados por el trasvase del río Tajo al Segura... culpa del agua. Tom Boonen y Robbie McEwen por los suelos... culpa del agua. Un tal Lorenzo Bernucci, italiano, del Fassa Bortolo, ganando su primera carrera como ciclista profesional en el Tour de Francia...culpa también del agua.
Cuando aterricé en el circo profesional, hace ¿¡ya!? ocho años, con el mundo entero por descubrir y los oídos y ojos bien abiertos, escuché un consejo de mi primer director que con los años fui comprendiendo. Si llueve, tienes que estar contento. Si nieva y tienes la suerte de que la etapa no se suspende, aún más. Si graniza, si hace un viento huracanado, si hace un frío que se te hielan los mocos en la nariz o un calor que se te cuecen los pies dentro del calzado, tienes también que estar contento. Todo lo que para los demás sea molesto, incómodo y les obligue a cambiar su rutina, para ti es motivo de alegría, y tiempo tendrás para entenderlo. Y si eres listo, seguramente algún día ganarás algo y terminarás dando las gracias al frío, al viento o a la lluvia... si no a todo a la vez.
Sí, pensaba yo, 'lo que tu digas, que desde dentro del coche se ve todo muy bonito. Yo estaré contento cuando luzca un sol reluciente, un día de esos en los que no hace ni frío ni calor, con poca humedad y una ligera y refrescante brisa, por ejemplo. Ese día estaré contento de verdad, y no cuando tú digas', seguía pensando mientras asentía con la cabeza y nada decía.
Y efectivamente, con el tiempo comprendí la gran verdad de estas palabras. Si no hay nada anormal siempre ganarán los mismos. Si las circunstancias no influyen, siempre ganará el más fuerte. Que se llega al sprint, pues gana un sprinter. Que termina en un puerto de montaña, pues, como es lógico, un escalador. Pero si hay factores extraños el abanico se amplía y ahí es donde un corredor listo, valiente, con las fuerzas necesarias y esta lección bien aprendida puede sacar provecho.
Desconozco si alguien le contó esto a Bernucci o si ya nació sabiéndolo, pero después de lo de hoy no debería nunca olvidar que el agua es vida.
Pedro Horrillo es ciclista del Rabobank.
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