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Columna
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Industria y regatas

Los primeros datos sobre los efectos de la Copa del América no han sido tan positivos como el Gobierno valenciano esperaba. Esa pasión por la vela que traería miles de aficionados hasta Valencia, ansiosos por presenciar unas regatas, no se ha manifestado todavía. Es probable que, a medida que se avance en la celebración de la Copa aumente el interés por ella y las futuras competiciones atraigan a un público más numeroso. Habrá que esperar algún tiempo para averiguarlo. De momento, esta primera toma de contacto con la Copa ha servido para rebajar las pretensiones oficiales y poner las cosas en su sitio, dándoles un toque de realidad muy conveniente. A la vista de lo sucedido, es indiscutible que las cifras que se barajaban desde el Gobierno eran, como sucede siempre, excesivas. Hemos llegado a un punto en que resulta imposible saber cuánto hay de verdad y cuánto de propaganda en los pronósticos de los gobernantes valencianos.

Pese a la contrariedad que han supuesto los primeros resultados, la Copa del América aún puede ser un éxito si se aprovecha el tiempo que queda por delante. Todo indica que podemos salir airosos de la prueba. La tirantez que se manifiesta entre el Gobierno de Valencia y el de Madrid obedece más a razones de interés político que a desacuerdos profundos. En el fondo, todo el mundo está convencido de que, llegado el momento, se trabajará codo con codo para acabar las obras y que las cosas funcionarán de la manera debida. Los españoles nos quitamos de encima muchos de complejos con los juegos olímpicos de Barcelona. En la actualidad, somos un país que ha adquirido confianza, y disponemos de una experiencia acumulada en esta clase de proyectos.

Ahora, lo que resulta evidente es que la Copa del América no será ese cuerno de la abundancia que nuestros políticos auguraban. Fuera de la propia ciudad de Valencia, nada hace pensar que la competición pueda tener las consecuencias tan extraordinarias que Francisco Camps prometía meses atrás. Sin necesidad de empeñarnos en esas exageraciones, aún podemos lograr, sin embargo, que la competición tenga un efecto positivo sobre la Comunidad Valenciana. Existen posibilidades que merecería la pena considerar, más allá de multiplicar los puntos de amarre, o el número de pernoctaciones en los hoteles.

En este sentido, una de las reflexiones más interesantes que he leído se debe a Javier Nieto, el presidente de Santa & Cole, una prestigiosa empresa catalana dedicada a la edición de mobiliario. Entre otras consideraciones, Nieto propone aprovechar la repercusión mundial que tiene la Copa del América para favorecer la identificación entre Valencia y el diseño. Se trataría, en definitiva, de repetir la operación que hizo Barcelona con ocasión de los Juegos Olímpicos y que tan excelentes resultados tuvo para Cataluña. Sectores como la cerámica, el calzado, el juguete o el mueble podrían beneficiarse de la acción que, ahora sí, repercutiría sobre toda la Comunidad. Aunque para llevar esto a efecto, es preciso que el presidente Camps crea en la importancia del sector industrial valenciano. Y esto es algo que, hoy por hoy, parece difícil.

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