Matilla describe la Granada de la I República en su última novela
La Casa de los Tiros, el lugar en el que cada martes de los últimos años el público granadino se ha encontrado con poetas de todas las procedencias, como su propio nombre anuncia, ha sido sede de diversos acontecimientos revolucionarios. Su escudo, una espada que busca el suelo, va acompañado del siguiente lema "El corazón manda".
Este pintoresco lugar, ubicado en el centro de Granada, ha servido al novelista salmantino José Luis Matilla para iniciar el relato de su última obra, El corazón manda (Rocaeditorial), en la que nos sitúa en la España de oropel y barrizales de 1873, la I República. La decisión de situar la narración en Granada, una ciudad que Matilla conoce bien, se ha debido en parte a la dificultad de conseguir documentación sobre la época.
"Sólo pude obtener actas del cantón de Granada y del de Málaga, finalmente me resultó más anecdótica e interesante de contar la perspectiva granadina", afirma Matilla, que recientemente presentó en la ciudad de la Alhambra su libro acompañado por José Luis Serrano, Miguel Fernández y Blanca Rosa Roca.
Cantón independiente
La novela parte de la proclamación de Granada como cantón independiente, lo que desencadenó en la ciudad una serie de actos revolucionarios que acabaron por dar un protagonismo inusual a la Casa de los Tiros. El arzobispo de la ciudad fue secuestrado allí mismo, lo que generó el desconcierto general.
Granada, tradicionalmente monárquica y con unas marcadas creencias religiosas, no podía asumir los hechos que se avecinaban. Acostumbrada al control de las clases nobiliarias, el nacimiento de la nueva burguesía que ya había escuchado hablar de la Internacional y del movimiento obrero era visto como una auténtica amenaza, una fuerza capaz de soliviantar "el bienestar" de las familias pudientes.
El cantonalismo de la I República es un tema parcialmente desconocido dentro de la historia de España. Ése es el principal motivo por el que su autor comenzó a "rastrear" información para proceder a la escritura de su novela. De este modo, personajes como Apolo, un negro santero huido de Cuba; Acosta, presidente del Cantón; Picadito Caliente, lugarteniente de Acosta con vocación de mártir; o Candelita, anarquista incapaz de colocar una mecha a una bomba, desfilan por la historia como cómplices de un periodo complejo. El triunfo de Pavía, que frenará en seco las aspiraciones revolucionarias, traerá de la mano la destrucción de parte del barrio del Albaicín, con lo que se puso fin a una revolución pagada por los pobres con sudor y castigo.
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