El juego que consume los nervios
Gentes de enorme influencia exprimen el arte de la persuasión ante los miembros del COI
Cualquiera que pretenda saber el significado exacto del término inglés lobbying lo apreciará gráficamente en el vestíbulo (lobby) del Convention City de Singapur, donde empresarios, dirigentes del deporte, políticos, gente de enorme influencia, permanecen de pie durante cinco o seis horas, sin perder la sonrisa, con una amabilidad exquisita, dispuestos a exprimir hasta la última gota el arte de persuasión con los miembros del Comité Olímpico Internacional, personas ahora halagadas por jefes de estado, reyes y notables del mundo. Son poco más de 100 personas y nadie sabe con certeza qué decisión tomarán.
Votarán en secreto y no tendrán que dar cuenta de lo que hacen. Es imposible saber a qué ciudad votarán, pues a casi todas prometen su voto, en lo que se puede interpretar como un ejercicio de cinismo o de prudencia. A ellos dedican esfuerzos casi impensables gente como Tony Blair, el primer ministro británico, o la reina Sofia, o Hillary Clinton, o Henry Kissinger, rescatado para hacer lo que mejor sabía: influir, persuadir, convencer. Son los que representan el poder en el mundo, pero en Singapur no es suficiente. Necesitan convencer a unas personas de las que no obtienen ninguna garantía, y eso sitúa a todos al borde del colapso nervioso. Nadie sabe nada, todos desconfían de todos, no hay seguridad alguna en que el febril ejercicio de diplomacia y persuasión sirva para algo. Es la inquietante partida que se desarrolla en las horas previas a la designación final.
A la vista del calibre de la situación parece que la elección sólo es una excusa para dirimir otro tipo de disputas. Cuando Tony Blair y Jacques Chirac representan intereses tan opuestos en estos momentos, y sus divergencias quedan marcadas por el fragor de la batalla que se ha establecido entre las candidaturas de Londres y París, parece claro que el combate también está relacionado con el liderazgo político en Europa. El escenario adquiere mayor magnitud cuando los países implicados son Estados Unidos, Rusia, Reino Unido y Francia, las cuatro potencias que decidieron el destino del mundo tras la Segunda Guerra Mundial. En este contexto, España interviene a través de la candidatura de Madrid a una pugna de gigantes, inédita en la historia de los Juegos. Y entre los colosos del mundo, Madrid mantiene sus posibilidades. Es la capital de un país que representa un modelo más contenido, menos agresivo, más amable. Los ingleses comienzan a referirse a Madrid como el tapado de este proceso, la ciudad que puede sacar ventaja de un excelente proyecto, del trabajo de dirigentes como Samaranch y de las hostilidades entre ingleses y franceses,
Como nadie sabe nada, es necesario hacer lobbying, intentar captar votos de última hora. Son hombres y mujeres que terminan reventados, con las piernas destrozadas de tanta rigidez, con los tobillos hinchados de tantas horas sobre la moqueta, sin poder caminar, atentos todo al delegado del COI que entra por la puerta, que baja en el ascensor, que se dirige a la escalera mecánica. Les conocen a todos. Están marcados en las hojas que cada uno lleva en el bolsillo. Al lado de sus nombres, algunos llevan una equis. Se les considera ganados para la causa. El problema es que esa equis también figura en los papeles de otra candidatura, y entonces se dispara algo parecido a la angustia. ¿Y si no está con nosotros? De nuevo hay que repasar una lista que ha sido mil veces revisada porque surge la duda.
No están Blair, ni Samaranch, Hillary Clinton en el vestíbulo. Pero sí muchos de sus colaboradores, que llegado el caso despliegan todas sus artes para dirigir a los dirigentes del COI hacia ellos. Pero no hay manera de saber algo con certeza. Sólo está claro que Londres comenzó el domingo una poderosa ofensiva contra París, con descalificaciones del estadio de la capital francesa y de la villa olímpica, en un ejercicio que ha incomodado a los franceses, obligados a jugar el partido que no quieren. Estaban satisfechos en la comodidad del favorito aceptado por todos, sin tensiones. Pero los ingleses han llegado arrolladores a Singapur, como si se sintieran en casa. De hecho se sienten en casa, en un territorio de la Commonwealth, donde todavía se circula por la izquierda y donde se saluda con los máximos honores al Primer Ministro de Su Majestad. Quieren sacar ventaja de una situación que interpretan como favorable, pero los franceses han respondido. Recuerdan que el proyecto de Londres es virtual, que no tiene nada construido, que es una ciudad que no ha organizado ninguna gran competición en los últimos 50 años. No hay cuartel entre las dos ciudades, mientras la delegación de Madrid se mantiene activa pero silenciosa.
Es el juego que consume los nervios en Singapur.
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