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Crítica:CANCIÓN DE AUTOR | Jorge Drexler
Crítica
Género de opinión que describe, elogia o censura, en todo o en parte, una obra cultural o de entretenimiento. Siempre debe escribirla un experto en la materia

El cantautor atípico

Se ha dicho y escrito mucho sobre el merecidísimo Oscar que a principios de año recibió Jorge Drexler por Al otro lado del río, la canción que compuso por encargo de Walter Salles para la banda sonora de Diarios de motocicleta. Entre otras cosas, el premio le ha permitido vender más copias de sus discos y llenar recintos cada vez mayores (aunque no en Valencia, donde no superó la mitad del aforo a su paso por la Feria de Julio), pero, en contrapartida, a veces parece que el uruguayo no haya hecho nada más (digno de interés, al menos) a lo largo de su carrera. Craso error: Drexler lleva siete álbumes publicados desde 1992 y algunos de ellos (Sea y Eco, por ejemplo) tienen papeletas más que de sobra para convertirse en clásicos de la canción de autor en español. Otro detalle: Al otro lado del río, aunque meritorio, no es uno de los mejores temas de su repertorio.

Jorge Drexler

Feria de Julio. Jardines de Viveros de Valencia. Domingo, 3 de julio de 2005

Bromeó sobre los veintidós segundos que tuvo durante la ceremonia de los Oscar
Tremenda ovación cuando cantó "perdonen que no me aliste bajo ninguna bandera..."

Dicho esto, alegra saber que el músico es bien consciente de ello y, más aún, divierte su predisposición a tomarse a guasa, sin rastro de tonta vanidad, los vaivenes, servidumbres y consecuencias (tan absurdas, a veces) de la popularidad. Llegado el momento de presentar en público la canción, Jorge Drexler bromeó sobre los veintidós segundos que tuvo durante la ceremonia de los Oscar para cantarla y la rapidez con la que, desde ese momento, ha visto multiplicarse el número de sus fans. Así, dirigiéndose a la "coral del parque", tal y como bautizó a los entregados espectadores que le acompañaron durante todo el concierto con sus coros y palmas, el cantautor comentó entre risas: "Éste ha sido un año muy bueno para mí y mi coral ha ido creciendo desde una coral de cámara a una coral... ¡pantagruélica!".

No obstante, la mayor muestra de complicidad con su público fue cuando, a punto de empezar a cantar Polvo de estrellas, y ante la cariñosa insistencia de su parroquia, Jorge Drexler improvisó un candombe (género tradicional de Uruguay surgido a partir de los ritmos que llevaron a ese país los esclavos africanos en el siglo XVIII) totalmente "fuera de programa", según sus palabras. Y fue también a ritmo de candombe cuando, una vez más, dejó claro que no es un cantautor convencional y al uso: sampleando su propia voz, tomó su Tamborero para exprimirlo, retorcerlo y jugar con él sobre la marcha, experimentando sobre su propia partitura y poniendo en práctica aquello de que, como canta en una de sus canciones, "todo se transforma".

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Sorprendió, del mismo modo, el cruce de guitarras furibundas que cerró Transporte y, sin respiro, dio paso a Deseo, de la tempestad más endiablada a la calma más transparente. Y así todo: a ratos desplegando toda la artillería (a su guitarra y voz le acompañaba una banda de cuatro músicos: bajo, batería, violín y guitarra, además de su habitual cacharrería electrónica) y otras veces se bastaba y sobraba con una guitarra (o dos) y, como mucho, unos ritmos pregrabados.

Fueron alrededor de 95 minutos de disfrute, de magia y pasión, de emociones hondas (tremenda la ovación que se le brindó cuando, en Milonga del moro judío, cantó "perdonen que no me aliste bajo ninguna bandera, vale más cualquier quimera que un trozo de tela triste") y grandes canciones (salvo Frontera y la más añeja De amor y de casualidad, el resto salieron de sus dos últimos discos).

"Gracias a ustedes por hacer de esta noche una preciosura", se despidió. Gracias a usted y, por favor, no tarde en volver.

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