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Crítica:FESTIVAL GREC 2005 | Paolo Conte
Crítica
Género de opinión que describe, elogia o censura, en todo o en parte, una obra cultural o de entretenimiento. Siempre debe escribirla un experto en la materia

¡Maestro!

El Teatre Grec estaba abarrotado, las entradas se habían acabado con varios días de antelación. Lógico, si se piensa que la última visita de Paolo Conte a Barcelona fue hace 20 años y simplemente cantó un par de canciones. Dos décadas son tiempo suficiente para forjar una leyenda, y la del cantautor piamontés ha crecido como la espuma pero con una solidez a prueba de bombas. Y cuando las leyendas se convierten en realidad sólo pueden suceder dos cosas: o la desilusión o la euforia. En el Grec se vivieron un par de horas de auténtica euforia. Una euforia que, a la salida, se fue diseminando por las faldas de la montaña en las conversaciones de los grupitos que salían del anfiteatro. Conversaciones que sólo hablaban de lo que acababan de ver y oír, de vivir, de la juventud fascinante de Conte, de la fuerza de su voz templada por cajetillas de cigarrillos y vino de aguja de su tierra, de la belleza de las canciones, o de que se fue sin cantar ni Gelato al limone ni Azzurro.

Paolo Conte

Teatre Grec, Barcelona, 1 de julio.

De acuerdo, Conte no cantó esas dos canciones pero no se dejó en la cartera sus otros temas emblemáticos y ofreció un concierto sólido, coherente y que rezumaba belleza por todos los poros. Comenzó con discreción pero inmediatamente las notas de Sotto le stelle del jazz lo revolucionaron todo. Siguieron otros temas impactantes como Max, Verde milonga, Genova per noi, ese Sandwich Man que resplandece en su último disco y, lógicamente, Via con me que, repetida como bis de despedida, fue coreada por el público.

La voz del piamontés lo dominó todo a lo largo de esas casi dos horas de un espectáculo terriblemente cercano. Como si cantara al oído de cada presente y le susurrara esas gotas de cinismo certeras como balas. Una voz que matiza hasta el desasosiego las pequeñas exclamaciones o los simples ruidos y se balancea en un ritmo infeccioso. Como es su norma, no dijo ni palabra en toda la velada, se acompañó de su inseparable kazú en un par de temas y hasta hizo sus pinitos con la marimba.

Alguien gritó: "¡Maestro!". Nada mejor para resumirlo todo.

Paolo Conte, al piano durante su concierto en el Grec.
Paolo Conte, al piano durante su concierto en el Grec.SUSANNA SÁEZ

Babelia

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